La chapa

Carlos Oya

Arrakis

La comarca se ha levantado hoy cubierta con una vaporosa sábana de polvo rojo. El cielo, preñado de arena, se despliega ante nuestros ojos a la espera...

La comarca se ha levantado hoy cubierta con una vaporosa sábana de polvo rojo. El cielo, preñado de arena, se despliega ante nuestros ojos a la espera de las langostas para tener la instantánea de la plaga completa y a su vez sirve de excelente caja de resonancia a los voceros del apocalípsis que, subidos a una columna en el desierto como Simón *el estilta* (que no estilista), nos alertan de la conspiración suprema de las vacunas. Bill Gates, el Anticristo y los masones a cambio de un mendrugo de pan, agua y un “me gusta” a su publicación. No son “malos tiempos para la lírica”, son malos tiempos para todo. Sequía, pantanos vacíos y desiertos rojos. John Carter pasea por la catedral. Estamos a un paso de un paisaje marciano. Si es un mensaje más de la divinidad (“Alá, Cristo, Buda… os quiero a todos” decía Homer Simpson) para recordarnos nuestra futilidad tras el Covid y el espejismo de una III guerra mundial nos damos por enterados y acusamos entrega de recibo. No sé si la culpa es del cambio climático, de las cabañuelas o de Pedro Sánchez. Es inútil cerrar ventanas, bajar persianas o echar postigos. El ubicuo polvo rojo termina entrando en tu casa por cualquier rendija al igual que la estupidez.Es un día irreal, estremecedor, apreciado por los amantes de la literatura fantástica. Es “La niebla” de Stephen King, “La carretera” de Cormac Mac arthy, el planeta Arrakis de Frank Herbert, Tatooine de George Lucas. Los paisajes cársticos del pueblo de Larva se convierten en canales marcianos por un día. Las ubicuas mascarillas recuperan el prestigio perdido. Para que todo vaya a juego en el paisaje postapocalíptico el personal vacía los supermercados sustituyendo el aceite de girasol al rollo de papel higiénico como producto estrella (al parecer en los nuevos tiempos por venir freiremos más y defecaremos menos que en la crisis anterior). Revisen “Desafío total”, lean a Bradbury, disfruten con “Los dioses de la arena” de George R. R. Martín mientras el polvo rojo cadenciosamente se posa en los hombros. Ya que no el amor, el asombro ante lo extraño nos une como hermanos. “Vientos de Marte nos llevan”.