El término ‘sostenible’ está cayendo en el descrédito por parte de no pocos ideólogos del ecologismo debido a que ha quedado vacío de contenido al ser usado en el márquetin como calificativo de productos y funciones que claramente no lo son. Además lo sostenible por sí solo no nos alinea con el medio ambiente si no va acompañado de otras actitudes ante la vida y entre numerosos conservacionistas y amantes de la naturaleza se ha acabado cogiendo tirria a las palabras ‘sostenible’ o ‘sostenibilidad’ porque han terminado usándose para blanquear modos de vida incompatibles con las leyes de Gaia.
Si acordamos que ‘sostenible’ define la capacidad de que algo pueda mantenerse de forma permanente sin que modifique sensiblemente el sistema que lo contiene y que ‘insostenible’ es lo contrario, aquello que de mantenerse acaba por modificar profundamente el sistema donde se halla, podríamos desenmascarar con más facilidad los usos fraudulentos de este adjetivo.
Así, la justicia social, el bien común, la posibilidad de que la ciudadanía pueda encontrar en la sociedad todos los recursos materiales e interiores para poder desarrollarse plenamente como seres humanos, son sostenibles. Y el dejar a gente atrás, limitar los derechos universales del ser humano, vivir en un estado permanente de competitividad y supervivencia del más apto (que suele ser el más rico, el más fuerte o el más ‘hábil’) son insostenibles.
El conocimiento, la sensibilidad ante la belleza, el enriquecimiento de nuestras capacidades interiores, son sostenibles. La perseverancia en la ignorancia, el embrutecimiento y el acomodamiento en lo superfluo, son insostenibles.
El derroche en cualquiera de sus formas, el consumo inconsciente y desmedido y el desconocimiento del valor natural de las cosas, son insostenibles.
Preservar la salud en todos sus aspectos, llevar una nutrición adecuada, cultivar el afecto, la concordia y la empatía, son sostenibles. La predisposición a la solidaridad, a la ayuda mutua, a la cooperación, en definitiva, a toda acción cuyo núcleo central es la generosidad, es sostenible.
La creencia en el concepto de superioridad, la del ser humano respecto del resto de la Naturaleza o de unos frente a otros, toda acción cuyo núcleo central es el egoísmo, el deseo de venganza y revancha por encima del de justicia, son insostenibles.
Es necesario reflexionar detenidamente sobre todo esto porque nuestro impacto ambiental no es solo cuestión de echar los residuos domésticos en el contenedor adecuado, sino de que se lleve a cabo lo que es sostenible y se ponga solución a lo que es insostenible.
Manuel Ruiz
Quien a buen árbol se arrimaSostenible/Insostenible
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