Mismo perro, mismo collar

Carlos Oya

El timo del siglo

Todo el mundo siguiendo una riña de patio de colegio de dos amigos pijos como si fuera la crisis de los misiles de Cuba mientras sí que hay una...

Todo el mundo siguiendo una riña de patio de colegio de dos amigos pijos como si fuera la crisis de los misiles de Cuba mientras sí que hay una crisis de verdad en el patio trasero ruso sólo que Donetz y Luganz son sitios más difíciles de memorizar que Moratalaz. Se confunde legalidad con ejemplaridad pero ese debate no está en el orden del día. Mientras tanto, en el Sahel, Francia busca diluir su responsabilidad con una retirada conjunta de todas las fuerzas, incluida España, desplazadas allí para erradicar un yihadismo creciente (¿les suena BOKO HARAM?: su especialidad era secuestrar niñas de colegios cristianos y luego violarlas) lo que pasa es que estas gentes abandonada a su suerte ni siquiera van a ser cristalizadas en su horror por ningún cámara pues ya sabemos que la lucha por la libertad se circunscribe a la calle Génova y que los afganos son unos suertudos. Antes iba uno a cien sitios y te hacías dos fotos Ahora vas a uno y te haces trescientas. Ser feliz es secundario ante mostrarte feliz ante los demás. Nadie se guarda ya nada para sí: el amor, los obituarios, las enfermedades, un feto...todo mezclado y devaluado en una coctelera sónica en principio destinada a conectar a los estudiantes de una universidad americana. Videojuegos, Netflix, Amazon, Instagram, Tinder, Meetin, Fuckin nos envuelven en una narcosis colectiva que enmascara la realidad: los jóvenes (y no tantos) de las últimas generaciones por primera vez en décadas viven peor que sus progenitores. Unos padres, que aunque (por suerte) no saben lo que es un “millenial”, un “boomer o una M.I.L.F recuerdan perfectamente que con 25 años podías casarte, tener un trabajo, formar una familia (incluso con un sueldo entrando en casa). Pues si carentes de trescientos canales, millones de canciones en streaming, el teléfono de última generación ante ellos se abría un horizonte que les aportaba cierta seguridad dentro de la contingencia que ya trae la vida de por sí. Lo peor es la resignación que empieza a calar como lluvia fina. Suben los combustibles, sube la materia prima , las contrataciones son temporales, tenemos universitarios (pagados en gran parte por nosotros, es lo que se llama tiro en el pie) huyendo por patas formando familias en países extranjeros y con pocas posibilidades y/o ganas de volver, o sirviendo cafés, o con becas con las que cobran menos que sirviendo cafés y por si fuera poco ahora y por tiempo ilimitado el COVID (la exclusividad de la ubicuidad de Dios va tener que ser revisada por los teólogos). Resistid. Encima de putas no pongáis la cama. Que no os despojen de vuestro derecho al pataleo. Non serviam.