Mismo perro, mismo collar

Carlos Oya

Arabia Saudí, esa desconocida

La falta de escrúpulos se presupone en este negocio

Vamos por partes. Jamal Khashoggi fue desmembrado tras ser previamente estrangulado en el consulado saudí de Estambul por agentes del servicio secreto del príncipe heredero Mohammad bin Salmán que ejerce en la práctica de primer ministro. Tenemos hasta la B.S.O. de la matanza gracias a las grabaciones de los servicios secretos turcos. Y aunque no sea noticia vamos a recordar algunos parabienes de la petromonarquía con sus súbditos en general y con las mujeres en particular, una de las esencias del estado artificial creado por las potencias occidentales y entregado a un wahabita (una de las corrientes más radicales del islam sunita) como Ibn Saud tras la I Guerra Mundial. La disidencia política es encarcelada, homosexualidad prohibida y si pillan a uno se la curan a base de latigazos (Mohamed al-Bokari recibió 500 lambreados por “imitar a las mujeres”), la mujer no puede elegir a su marido ni la vestimenta y se encuentran segregadas en los espacios públicos. Respecto a la libertad de prensa poco que añadir a lo referido al inicio del artículo. De nuevo hay un elefante en la habitación y nadie quiere darse cuenta. Se monta un Watergate por un pico no consensuado de un cretino a una jugadora. Tertulias editoriales, monólogos memes. Mientras tanto deportista españoles y extranjeros blanquean el régimen a cambio de grandes sumas (Nadal y Jon Rahm entre otros) y cantan alabanzas de un régimen asesino que por otro lado financia una guerra contra Irán en Yemen que ya va por más de 200.000 muertos y nadie dice nada. Una simbiosis perfecta como en el Nuevo Régimen hizo la nobleza empobrecida con la alta burguesía, si entonces imperaba pasta por estatus ahora es pasta por decir que Arabia es un país en crecimiento (igual que la Alemania nazi) y si a las mujeres se les pega con la mano abierta para que los moratones no lastimen en demasía una belleza para uso y disfrute exclusivo de su marido se mira hacia otra parte pero eso sí, con la palma tendida a la espera de los petrodólares. Ahora me entero de que se está jugando la Supercopa de España en Riad. Esto saca mejor las manchas de sangre que el detergente Gabriel. No me extraña, aunque me haga vomitar, que los clubes de fútbol se apunten: la falta de escrúpulos se presupone en este negocio. Pero… ¿por qué no se plantan los medios? La prensa, televisión, radio… Y si no se plantan… ¿por qué no los boicotean los consumidores? Cambien de canal, pónganse una serie. En esta vida hay prioridades y que los malos no ganen es una de ellas. Ojalá algún tribunal antes de emitir la liga de golf saudí o la próxima Supercopa obligara a las cadenas a pasar la grabación del servicio secreto turco de las torturas y posterior ejecución de Kashoggi por los sicarios del príncipe Ibn Salman. Con todo no estoy seguro de que otro gallo nos cantaría.