Ocho siglos de tradición cristiana a través del Santo Rostro
Jaén revive una de sus tradiciones más antiguas en la festividad de la Virgen, bendiciendo a la ciudad y los campos con el Santo Rostro
Foto: Redes Catedral de Jaén / JL Carreño
Bendición desde los balcones de la Catedral de la Asunción de Jaén
La ciudad de Jaén ha vuelto a ser bendecida por el Santo Rostro, una de las tradiciones más antiguas de la provincia (ocho siglos), con motivo de la festividad de la solemnidad de la Asunción de la Virgen.
Al medio día ha tenido lugar la Eucaristía y la procesión claustral con la Virgen de la Antigua, patrona del Cabildo de Jaén. Después se ha procedido a la bendición de la ciudad y sus campos con el Santo Rostro desde los balcones de la Catedral de la Asunción, un ritual, solo interrumpido el siglo pasado durante la Guerra Civil, cuando el lienzo de Santa Marcela, la Verónica, fue puesto a buen recaudo.
El 9 de febrero de 1940 la policía francesa se incautó en un garaje del pueblo francés de Villejuif-Bicetre, cercano a París, de catorce baúles que contenían joyas procedentes de España. En uno de estos baúles apareció el Santo Rostro de Jaén, que a finales de septiembre de 1936, con motivo de la Guerra Civil Española, fue retirado de la Catedral para ser trasladado al Banco de España de Valencia.
Una vez devuelto al pueblo de Jaén, la tradición que durante siglos trajo a la capital del Santo Reino a peregrinos de todo el mundo, volvió con renovada devoción, algo que han podido vivir fieles y turistas hoy, 15 de agosto.
El Santo Rostro
A lo largo de los siglos, la tradición popular ha considerado siempre al Santo Rostro como uno de los pliegues del paño con que la mujer Verónica enjugó la faz de Cristo en su camino hacia el Calvario, aunque no sea así. Según explica el Cabildo Catedralicio a través de la página web de la Catedral de Jaén, hasta nuestros días no ha llegado constancia documental cierta y verídica que aclare los orígenes de esta reliquia en Jaén. “Diversos han sido los historiadores locales que recogieron y sistematizaron algunas tradiciones que circulaban sobre la llegada de este vestigio de la Pasión del Señor al Santo Reino. Para unos, habría sido traída desde Roma por San Eufrasio, uno de los Siete Varones Apostólicos y obispo de Iliturgi, que es considerado como el primer prelado con que contó Jaén; esta hipótesis nos ha llegado aderezada literariamente con una inverosímil y legendaria narración, que fue ya objeto de crítica en el s. XVIII”.
Según el relato del Cabildo, los primeros datos ciertos de la presencia del Santo Rostro en Jaén se remontan al s. XIV. Muchos investigadores enlazan las primeras referencias al Santo Rostro con el pontificado de D. Nicolás de Biedma. Este prelado ocupó la sede de Jaén en dos períodos: 1368-1378 y 1381-1383. Podría haber sido él quien trajese a Jaén la Verónica, como es llamada la reliquia en los documentos de la época. Frente a esta presunción, existe un dato desconcertante: cuando D. Nicolás hace testamento, declara heredera universal de sus bienes a la fábrica de la catedral, que él había empezado a construir para sustituir a la mezquita convertida en primer templo, pero en el texto testamentario no hace referencia alguna a tan preciada reliquia, que siempre ha recibido la veneración de los fieles en el templo. Sí hay constancia, sin embargo, de que la Verónica se guardaba en el sagrario de la iglesia mayor, y sólo era mostrada a los fieles en dos ocasiones: el Viernes Santo y el día de la Asunción, titular del primer templo diocesano, y con ella se bendecían los campos de Jaén desde los balcones de la catedral.
La ostensión de esta reliquia atraía a numerosos peregrinos en las dos ocasiones en que anualmente era expuesta. Estos devotos podían lucrar unas indulgencias episcopales, que fueron enriquecidas por las que otorgó Clemente VII, en 1529, mediante el breve Salvatoris Domini.
Para evitar los notables inconvenientes que se derivaban de la tumultuosa afluencia de fieles, que competían por besar y tocar la venerada reliquia, el obispo Rodrigo Marín Rubio costeó de su propio peculio, en 1731, un relicario, realizado por el afamado orfebre cordobés, Francisco José Valderrama, que fue completado por el lazo de que la Duquesa de Montemar donó en 1823 (perdido en el viaje del Santo Rostro hacia el Banco de España de Valencia en 1936). A su regreso a Jaén fue sustituido por otro, que es el que actualmente puede apreciarse.