Los Baños del Naranjo acoge la exposición ‘Las bailarinas de Tamayo’
La muestra, que estará abierta hasta octubre, está formada por una serie de dibujos de gran formato que el artista pintó en 1923
Foto: EXTRA JAÉN
Presentación de la exposición ‘Las bailarinas de Tamayo’.
El gerente de la Fundación Caja Rural de Jaén, Luis Jesús García-Lomas y el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Jaén, José Manuel Higueras, han inaugurado este jueves en la sala de exposiciones de los Baños del Naranjo la muestra ‘Las bailarinas de Tamayo’, del pintor José María Tamayo (1888-1975), una serie de dibujos de gran formato que el artista pintó en 1923 para decorar el baile de máscaras del Casino Primitivo ubicado en el Palacio del Condestable Iranzo y que han sido restauradas por el Ayuntamiento de Jaén con la colaboración de la Fundación.
Tal y como señalan desde la Fundación Caja Rural de Jaén, esta exposición surge fruto de la generosidad de los descendientes del pintor José María Tamayo, que en el año 2016 donó al Ayuntamiento una serie de seis dibujos de gran formato. El estado de conservación ha hecho necesaria su restauración y el hecho de que se vayan a exponer hacía necesaria su enmarcación con un sistema de protección a la luz solar y humedad que no alterase sus condiciones.
Una vez concluidas esas dos fases, se ha presentado en una exposición junto a otras obras prestadas por la familia. "Las seis bailarinas son figuras sueltas y despreocupadas que bailan ataviadas con flecos y joyas en las que se entremezclan lo exótico y lo castizo en un fiel reflejo del desenfado y la felicidad que se desarrolló en Europa y América entre las dos grandes guerras, los denominados felices años 20", según explican desde la Fundación.
Desde entonces, forman parte de la colección municipal de Arte Contemporáneo del Ayuntamiento, tras haber sido objeto durante tres meses de un minucioso proceso de restauración y conservación a cargo de la restauradora María José López de la Casa. La Fundación Caja Rural de Jaén ha participado en la enmarcación y montaje de estas obras.
En el acto también han participado la familia y herederos del artista. El gerente de la Fundación, Luis-Jesús García Lomas, ha agradecido durante la cita a la familia su colaboración, así como al Ayuntamiento el esfuerzo realizado para la puesta en valor de estas obras y su disfrute por parte de la ciudadanía. “En nuestra provincia tenemos un gran patrimonio y a veces resulta desconocido, de ahí nuestra apuesta por ponerlo en valor y difundirlo”, ha señalado.
El concejal de Cultura, José Manuel Higueras, ha afirmado: “Con esta muestra damos continuidad a la línea expositiva de la sala de los Baños del Naranjo, en la que el objetivo es dotar de contenido de arte contemporáneo al casco antiguo de la ciudad y hacerlo atractivo para un gran espectro de público y completar así la oferta turística y cultural de nuestra ciudad”. La exposición estará abierta hasta el próximo mes de octubre.
“Teníamos una asignatura pendiente con la familia de Tamayo que donaron su obra en 2016 y se dejaron abandonadas y, nosotros, desde el principio, hemos buscado financiación y gracias al apoyo de la Fundación Caja Rural de Jaén, ahora, por fin hemos podido recuperarlas y ponerlas en valor en un espacio emblemático como los Baños del Naranjo, también recuperado en este mandato”, ha añadido el concejal de Cultura.
Las obras expuestas ahora son de gran formato (más de dos metros de altura), realizadas sobre papel que fueron colocadas en las celebraciones de carnaval entre las guirnaldas que aún hoy decoran las paredes del salón de baile del extinguido Casino Primitivo allá por los años veinte del siglo pasado. Seis bailarinas qué, visualizándolas ahora, y probablemente entonces, contienen todo un universo recogido por el autor: El universo de las mujeres que avanzaban y se posicionaban como ‘liberadas’ en la Europa de entreguerras. Mujeres que eran objeto de inspiración intelectual, de admiración e innovación artística y qué desprendiendo ataduras, transitaban en la frontera de lo considerado moral, arriesgando firmemente.
En aquel Jaén de principios de siglo XX, Tamayo forma parte de un círculo de intelectuales conectados con la modernidad de pensamiento y arte en Europa. En ese contexto nacen los dibujos de estas bailarinas, que de un modo ecléctico y desenfadado recogen desde las estéticas orientalistas, a fondos a la manera Fortuny, los nuevos modos de expresión de la danza o la libre sensualidad. Todo un rico universo retratado en estas obras.
Se muestran acompañadas de una selección de retratos de mujer que igualmente muestran el interés de Tamayo por captar aquel espíritu liberador en este fascinante paréntesis de la historia de las mujeres en España y que han sido cedidos por la familia del pintor para completar la narrativa de la exposición.
Sobre Tamayo
En 1918 José María Tamayo ganó el premio de portadas de ‘Blanco y Negro’, la revista ilustrada de mayor difusión de la época en España y lo hace con el dibujo de una cabeza femenina de perfil, tocada por mantilla de encaje y peineta. Tras este triunfo, el artista abandona la bohemia Madrid con unas oposiciones bajo el brazo y, movido por otras emociones, contrae matrimonio con Obdulia Peña Serrano, con quien viene a vivir a la céntrica calle jiennense Bernabé Soriano. En esta ciudad imparte clases en las Escuelas Normales de Maestros y Maestras.
Durante estos años, la agenda social previa a Cuaresma está marcada por el Carnaval con baile en Casino Primitivo y aquí es donde Tamayo dibuja dichas bailarinas para este evento, una valiosa serie que se inspira en los rompedores movimientos de Isadora Duncan, la danza de la serpiente de la famosa Tórtola Valencia (la bailarina de los pies desnudos), así como tocados y escuetos corpiños característicos de la Bella Otero, además de contemplarse en ellas la fuerza estética española tan exótica de una Pastora Imperio o la Bella Chelito ataviada de mantón de Manila.
La obra de José María Tamayo se extiende con más mil trabajos repartidos por España, la mitad retratos de la burguesía de principios de siglo, así como retratos que confirman su maestría como el realizado a Alfonso XIII y al General Saro (ambos de 1927, Ayuntamiento de Úbeda). Así deja una huella reconocida en la pintura andaluza de la primera mitad del siglo XX.