Felipe y Guerra, cuerpo a tierra, que vienen los míos.
El primer domingo de otoño, preludio del intento granguiñolesco de investidura de Alberto Núñez Feijóo, convocaba a la derecha de este país, en Madrid -volver a la plaza, volver a Madrid, ya sea en Felipe II o en Colón-, a un acto de afirmación patriótica inexcusable. Era, y es, por España, oigan, nada más y nada menos, sin matices, porque cuando el nacionalismo español habla de España, de ‘su’ España, no cabe en la ecuación otra ‘X’ que la de la unidad indisoluble e inalterable de la nación española, consagrada en una Carta Magna que está a punto de cumplir 45 años, y de la que se excluye a todo aquél que entienda razonable plantear cambios, alteraciones, reinterpretaciones, aunque sea en favor de la convivencia. A un liberal como el alcalde de Jaén, Agustín González Romo, asido, desde el primer día de su mandato, en momentos políticos estelares, a la sana costumbre de tomar partido hasta mancharse, de mojarse, de transfigurarse, de hacerse públicamente visible a través de tribunas de opinión en la prensa provinciana -ayer, aquel arrebato irreflexivo, a propósito del asesinato de Miguel Ángel Blanco, en Diario Jaén, y, ahora, este domingo de autos, ‘su’ flor de la canela en la edición local de Ideal: del Jaén al Ideal, moderando el lenguaje, del café-café al café con leche-, la ocasión propiciaba una mención en francés al ‘1-O’ catalán, “coup d’état”, que duele menos la vista -y la inteligencia- que en castellano, “golpe de estado”, habida cuenta nuestra dilatada experiencia en la diferenciación histórica entre un golpe de estado en toda regla, con su carga de iniquidad y sangre, julio de 1936, y los desafíos soberanistas/separatistas de octubre, siempre en octubre, de 1934 y 2017 en Cataluña, y de 2003 -Plan Ibarretxe- en Euskadi, producto de una delirante unilateralidad secesionista tan ilegal como peripatética. De la asonada militar a la algarada callejera media el abismo entre el mal menor y el mal mayor, del paripé de una votación con urnas made in China, amparado en el club de fans encapuchados del independentismo catalán, al toque de queda, las detenciones irregulares y las ejecuciones sumarísimas. No desenterremos viejas hachas de guerra. Hay comparaciones, per se, tremendamente odiosas. Resulta más apropiado, equilibrado, ese “coup d’état” encubierto del González Romo de septiembre que aquel otro de la equidistancia sanchista entre balas y nucas de julio. Aplaudamos, pues, este ejercicio de contención del equipo de redacción de alcaldía.
Gritos de “¡Ayuso, Ayuso!”, en el comienzo de la concentración. 50 autobuses procedentes de Andalucía, 10 de los cuales partieron de la provincia de Jaén. Aznar tachaba de infamia la amnistía. ¿Desjudicializar el ‘1-O’? “¡De ninguna manera!”, enfatizaba su alumna más aventajada. “La amnistía no cabe en la Constitución”, recordaba Rajoy. “Lo que no votó ningún español, al menos el 94 por ciento, fue un cambio en el régimen constitucional”, apostillaba Feijóo. ¿Cuántos y cuántas de ese 94 por ciento, 45 años más tarde, vivieron para contarlo y recontarlo o seguirán pensando lo mismo que entonces? Martes y miércoles, sesión de investidura en el Congreso. ¿Cabría todavía tamayazo, Felipe/Guerra mediante, cuerpo a tierra que vienen los míos, para atraer al menos a 4 de los 121 diputados del PSOE? La condesa consorte de Bornos, Aguirre y Gil de Biedma, Esperanza, de casta le viene al galgo, dice que no la pierde. Pedro Sánchez, presidente en funciones, desde la barcelonesa Gavà, aseguraba que el PP ha perdido el sentido de la realidad: “Van de mal en peor. Hoy se están manifestando contra un gobierno socialista. Pues lo siento, va a haber un gobierno socialista”. Horas antes, en la asamblea de la FEMP, Federación Española de Municipios y Provincias, en sintonía con los resultados del 23-J, el PP copaba en femenino 2 de los 3 principales puestos, situando a la alcaldesa de Jerez de la Frontera, María José García-Pelayo, en la presidencia. Francisco Reyes, presidente de la Diputación de Jaén, inasequible al desaliento, a la misma altura en su oficialismo partidario que Luis Yáñez o Juanfran Serrano, es uno de los 22 vocales que completan la junta de Gobierno de la FEMP. Paco Reyes, quién lo iba a decir hace justo ahora 7 años, encarna hoy el sanchismo en Jaén y Andalucía. Las vueltas que da la vida. Volver a volver. O las vidas contenidas en una vuelta completa a la tortilla.
Donde dije digo. El gobierno de coalición de González Romo templa gaitas con las concesionarias bajo la atenta supervisión del concejal Vicente Oya, jurista experto en riegos y aprovechamiento de aguas residuales -un mundo donde nada se pierde, todo se recicla-. Pleitos tengas, aunque los ganes. Paralización del procedimiento judicial abierto por el anterior equipo de gobierno contra Aqualia, en reclamación de 63 millones de euros. ¿Se impone, nunca es tarde, la negociación? Conflicto abierto, huelga indefinida en vísperas de feria, entre Alsa y los trabajadores del servicio municipal de autobuses urbanos. La subida del salario-base, conforme al convenio colectivo sectorial y a la reforma laboral, supondría un incremento en torno al 40 por ciento, es decir, de 300 a 400 euros por nómina. El contrato-puente de 2 años con Alsa expira el 8 de octubre próximo. ¿Que igual vuelven Castillo y Onda Jaén? ¿Que 2 ó 3 años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras, te busca y te nombra? Una turbamulta de preguntas sin respuesta y ese contribuyente jaenero fatalista, educado para aceptar lo que la vida consistorial le traiga, sea malo, regular o atroz. Volver, sí, volver. ¿Y por qué no?