Un Mar de Canciones: Hijos de la música y del amor
Morgan, Pedro Pastor y Ana Cárdenas han firmado una de las mejores noches de la difícil ya de superar trayectoria del festival de Torreperogil
Foto: Ramón Guirado
Morgan, Pedro Pastor y Ana Cárdenas en Un Mar de Canciones.
Foto: Ramón Guirado
Morgan, Pedro Pastor y Ana Cárdenas en Un Mar de Canciones.
Foto: Ramón Guirado
Morgan, Pedro Pastor y Ana Cárdenas en Un Mar de Canciones.
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Morgan, Pedro Pastor y Ana Cárdenas en Un Mar de Canciones.
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Morgan, Pedro Pastor y Ana Cárdenas en Un Mar de Canciones.
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Morgan, Pedro Pastor y Ana Cárdenas en Un Mar de Canciones.
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Morgan, Pedro Pastor y Ana Cárdenas en Un Mar de Canciones.
Foto: Ramón Guirado
Morgan, Pedro Pastor y Ana Cárdenas en Un Mar de Canciones.
Foto: Ramón Guirado
Morgan, Pedro Pastor y Ana Cárdenas en Un Mar de Canciones.
La década de finales de los setenta y principios de los ochenta fue pródiga en bandas y músicos que alzaron la voz y sus guitarras para construir estos nuevos días, que ahora, una estupidez digital y comunitaria trata de esconder a golpe de mensajes simples y zafios que blanquean a los necios de dedos prestos en mostrar sus heces mentales cada minuto, cada instante.
Aquellos músicos que construyeron la libertad de la que ahora disfrutamos, crecieron, amaron y nos dejaron, aparte de un mar de canciones, otra bendita generación de artistas que, lejos de apolillarse, perpetúan la canción de autor, la música y el arte de subirse a un escenario y robar el corazón y los sentidos a miles de personas.
El pasado viernes, Carolina de Juan (Nina Morgan), hija del histórico guitarra de “Coz”, Tony de Juan; Pedro Pastor, hijo del mejor cantautor urbano que dio este país, Luis Pastor y de otra grande del género, Lourdes Guerra, hermana de Pedro Guerra; y Ana Cárdenas, hija del gran guitarrista y cantautor jiennense, Mariano Cárdenas; legitimaron no solo su legado, sino el de un festival, tan atípico como brillante, que está empeñado desde hace veinticuatro años en mantener viva la llama de la música de autor en este país, desde nuestra provincia (“¡qué ganas tenía de venir a tocar aquí”, dijo Nina de Juan), desde Torreperogil: Un Mar de Canciones.
No por manido, edición tras edición, hay que pasar por alto el trabajo de los Antonios, Rosillo y Caballero, y de todo un equipo que una vez más, en esta edición que quisieron llamar del amor, iluminó con tres conciertos irrepetibles las Torres Oscuras más radiantes de las citas veraniegas jiennenses.
Ana Cárdenas
Lo de la joven cantautora Ana Cárdenas no es casual, nada lo es, en realidad, pero mucho menos, cuando sola, con su guitarra y su voz es capaz de silenciar y alborotar a la vez a un público que desde los primeros compases disfrutó de un viaje tan elemental como eximio. Dijo Ana Cárdenas estar cumpliendo un sueño al pisar el escenario de Un Mar de Canciones, donde desde pequeña había acudido a escuchar a tantos cantautores…
Tiene Ana Cárdenas la fuerza sobre el escenario de una de las más grandes cantautoras que ha dado la historia, Joan Báez, no por su voz, que tiene un registro distinto, más roto y que en ocasiones, recuerda a la Amparo Sánchez (Amparanoia) de los noventa, sino por la fuerza con que sus riffs en las seis cuerdas acompañan a un repertorio comprometido, actual y rico en mensajes espinosos.
Reivindicó el amor por uno mismo, porque al final de nuestros días, cuando se echa la vista atrás, la única persona con la que has pasado toda tu vida eres tú mismo, dijo. Como buena heredera de la tradición del género, introdujo cada una de sus canciones e hizo partícipe al público de sus estribillos y de una vitalidad natural que excede lo usual.
“Nerviosa, inquieta y furiosa”, como su “Pequeña Nada” recorrió buena parte de un repertorio que la está llevando a afianzar su carrera como autora solvente y emocional, hasta despedirse con su “Viaje Elemental”, todo un himno ya en su corta pero prometedora carrera.
Pedro Pastor y los locos descalzos
De casta le viene al galgo, podría decirse también de Pedro Pastor, que con sus locos descalzos echaron a bailar al respetable, que en este caso no se trata de una figura recurrente, más bien un adjetivo calificativo singular y poco habitual en los festivales de hoy en día. Otro hijo de la música y del amor, el de Luis y Lourdes, otro músico de altura que además, sabe rodearse de otros grandes músicos, como son Álvaro Navarro, Nico Martos, y Alan Denis, todos ellos calzados con la mejor música sobre el escenario para arropar la maravillosa voz, muy parecida al registro de su padre, de un Pedro Pastor que lleva ya a sus espaldas siete discos, desde aquel EP de debut “Aunque esté mal contarlo” de 2012.
Mención aparte merece, sin menospreciar al resto de la banda, el bajista Nico Martos, un auténtico animal del escenario con su estética setentera y un bajo que martillea como una apisonadora floral cada uno de los temas de la banda del cantautor.
La apuesta de Pedro Pastor sigue siendo la fusión. No faltaron sus canciones de rap, hip hop, rumba, música de influencia africana y latina, de hecho la banda acababa de volver de cruzar el charco. Pastor y los locos descalzos desmenuzaron buen parte de su último álbum, “Escorpiano”, muy influido y centrado precisamente en Latinoamérica.
Sin embargo, aunque su música transita por tantos estilos y pudiera dar la sensación de que intenta apartarse de aquello que ha mamado en su casa, es precisamente en las canciones más cercanas al género de autor donde aparece el mejor Pedro Pastor, debe ser que la cabra tira al monte, aunque su intención natural sea romper las fronteras de tantos cerros y llanuras musicales.
No faltó “Quererte”, la canción que grabó junto a Silvio Rodríguez. “Hay demasiadas canciones de amor y casi todas hablan de lo mismo”, dijo Pedro Pastor. Y esta canción habla precisamente del amor en silencio en el desayuno, cuando “pesa en el aire el ambiente”; de los años vividos, de los días pasados y sobre el presente del amor que siempre es otro distinto al que glosan las canciones.
“Los olvidados”, un homenaje a todos aquellos que sufrieron las represalias de la dictadura franquista es el mayor ejemplo de que el mejor Pedro Pastor sigue estando oculto tras los bailes y los sones de ida y vuelta. Y como broche de oro la banda bajó del escenario para interpretar entre el público “Mariposa de noviembre” de Luis Pastor y Lourdes Guerra en un merecido homenaje a sus padres, a la generación que puso música a las altas torres oscuras que nos vigilaron, que nos vigilan.
Morgan
Lo de Carolina "Nina" de Juan (voz y piano), Paco López (guitarra y voz), Ekain Elorza (batería), y David Schulthess (teclados), es decir, Morgan, no es de este mundo, aunque sí de estos mares, los de las canciones. Los madrileños, con la poderosa voz y el carisma velado de Nina, están en uno de sus momentos más dulces, menos íntimos y quedos.
El concierto de Morgan en “Un Mar de Canciones” fue una auténtica explosión de adrenalina con la mezcla de folk, rock, soul y funk que pueda escucharse en la actualidad sobre los escenarios.
Las teclas cómplices de Nina de Juan, siempre frente a su compañero, David Schulthess, soberbio, abrumador; y la sobrecogedora guitarra de Paco López, un auténtico maestro de las seis cuerdas como hay pocos en este país, unido a la batería de Elorza y el bajo de Alejandro Ovejero, que dejó la formación fija hace cuatro años, forman una entelequia musical que hay que ver en directo alguna vez en la vida.
“Sometimes”, “Volver”, “Home”, “Marry You” y muchos otros temas de su último trabajo “Hotel Morgan”, como “Error 404” desplegaron la mejor versión de una banda que haría sombra en mitad de los años 60 y 70 a cualquiera de las grandes del rock de aquellos años, incluidos los mismísimos “The Doors” y “Pink Floyd”, ¡qué coño!
Pero si hay que destacar algo por encima de todo y que la propia Nina de Juan lo puso de manifiesto en el concierto es el hecho de que esa engañosa apariencia de fragilidad (detrás hay una de las personalidades de la música con más bemoles de este país) abandone la banqueta de su piano para plantarse en mitad del escenario y romper con su voz la mismísima barrera del sonido, de los sentidos, del amor, porque sí, porque la vigésimo cuarta edición de Un Mar de Canciones fue la del amor al gusto por la música, por los músicos, por los buenos técnicos, y por el trabajo y el respeto a un sector a merced cada vez más, otro verano más, de los fondos de inversión y la mera especulación, hasta que como un abatido Ernest Hemingway un día decidamos volarnos la cabeza con una escopeta Boss calibre doce de doble cañón.
Mientras tanto, salud y un mar de canciones cada año.