Un mar de emociones
Un mar de canciones es la antítesis apoteósica de los festivales de verano
Foto: RAMÓN GUIRADO
Un mar de canciones.
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Un mar de canciones.
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Un mar de canciones.
Bien podría desde hace tiempo haber cambiado ‘Un mar de canciones’ su nombre por ‘Un mar de emociones’, porque el siempre primer festival de ‘Jaén en julio’ es desde hace veintiún ediciones una gran ola marina de afecto, pasión y sentimiento por la música de autor, por la apuesta hacia los mejores grupos emergentes cada año y por el respeto al público y a los músicos, que se dice pronto, pero que lo convierte en un vetusto oasis en el decrépito vergel de los festivales de verano de todo el país.
La impronta del codirector Antonio Rosillo (junto a Antonio Caballero) orilla, cada vez que julio llama a las puertas del verano en la provincia de Jaén, la sencillez y la humildad de un trabajo que lleva la marca de la eficiencia y la bonhomía de un tipo amante y amado del espectáculo poco reconocido aún en este Jaén de ausencias buscadas y sonoros destierros.
'Un mar de canciones' es la antítesis apoteósica de los festivales de verano (quizá ya solo junto al Vértigo Estival, cuyo director, José Molina, anduvo también la noche del sábado disfrutando de la música que meció una vespertina luna creciente). ‘Un mar de emociones’ consiguió que la marea se llevara el corazón de las miles de almas que disfrutaron de tres grandes bandas: los emergentes Fuego amigo, la historia viva de la música fusión en nuestro país, Kiko Veneno y el talento insultante de la que hoy por hoy quizá sea la banda con el mejor directo del pop-rock de nuestro país, Elefantes.
Shuarma, Jordi Ramiro, Julio Cascán y Alex Vivero no pudieron hacer honor de mejor forma a su nombre, Elefantes, paseando al paquidermo más dúctil por el auditorio de Torres Oscuras del antiguo castillo de don Pero Xil del siglo XIII de Torreperogil. Hay un antes y un después desde la incorporación a la banda de Alex Vivero, que sin hacer desmerecer el trabajo del anterior guitarra, Hugo Toscano, ha sabido, como el gran productor y uno de los mejores seis cuerdas del país, maridar las melodías más populares y sutiles de Elefantes, con los riffs más roqueros, limpios y aplastantes de una banda que no para de crecer en directo con la sólida y acompasada base rítmica de Jordi Ramiro y Julio Cascán y el carisma aterciopelado de Shuarma, un maestro al que, junto a Bunbury, le deben todo las generaciones postreras de grupos que inundaron a principios de la década del siglo la repetitiva y aburrida escena pop e indie del país.
Elefantes, al fin, están donde siempre debieron estar y lo demostraron el sábado en ‘Un mar de canciones’, poniendo al público, cual si un largo y húmedo beso enamorado se tratase, en un estado alterado de conciencia que solo los más grandes son capaces de conseguir.
“Deja el aire correr” de su último disco “Trozos de papel/Cosas Raras”) antes de su nuevo “Cinco Miradas” con versiones de IZAL, Rozalén, Coque Malla, Ara Malikian y Noni, puso el broche a la primera parte del concierto, un nuevo himno de Elefantes, para dar paso a todo el repertorio clásico de la banda, incluida una pincelada de ‘Antoine’, una obra maestra, un musical basado en los pasajes de “El Principito”, el poema en prosa universal de Antoine de Saint-Exupéry. “Que yo no lo sabía”, “Te quiero”, una maravillosa versión de “Duele” y el “Azul” de su Mediterráneo, con el que cerraron el festival hicieron que todo el auditorio se quedase con ganas de más besos, de más emoción, de zambullirse eternamente bajo la luna creciente que sirvió de guion a Shuarma para dirigir un show irrepetible.
Antes de la clase magistral de Elefantes, una de las bandas emergentes del momento, Fuego Amigo, un proyecto que echó a andar en febrero de 2022, caldeó el ambiente con su folk-fusión y algunas versiones fruto del crisol que componen su elenco de músicos: Edu Fages (Reverendo Brown , Los Fulanos) a la percusión; David Salvador ( Tequila , Aurora and the betrayers , Twanguero;) al bajo; a la percusión, Guitarra y Voz Toni Jurado ( Ariel Rot, Kiko Veneno, Pancho Varona ); a la Guitarra, voz y a los pinceles digitales, Kote García (Los Toros); y por último, el músico Extremeño, Borja Prieto (Trébor, Cuarto Creciente). Ellos, la mayoría, forman parte de la banda ‘Un mar de canciones’, que tocó ayer domingo en el segundo día del festival.
Con Fuego Amigo todo quedó listo para que Kiko Veneno paseara su palmito por el escenario de Torres Oscuras. ¡Quién diría que José María López Sanfeliu tiene 71 años! El que fuera uno de los creadores del flamenco rock, referencia viva de aquella unión con Rafael y Raimundo Amador en 1977 en ‘Veneno’, aquel tipo que emigró de Girona a Sevilla con tres años, “a contra mano”, que diría él mismo, de todos los flujos migratorios de la época, colaborador del mejor disco de la historia de nuestra música, ‘La leyenda del tiempo’ de Camarón de la Isla y maestro de maestros, volvió a ‘Un mar de canciones’, como si no hubiesen pasado los años para dar una lección de profesionalidad y de talento. Kiko Veneno se ha ganado por derecho propio que su nombre esté escrito con letras de oro en el paseo de la fama de la música de este país.
Y todo ello hizo que el pasado sábado todo fuera un auténtico ‘Mar de emociones’, tanto, que, fiel a su política desde que nació, este año la recaudación, una vez pagados los gastos del festival, junto al Vértigo, más modesto en presupuesto, pero más grande en organización, fuera a parar a la Asociación Provincial de Personas Sordas de Jaén (Aprosoja), que estuvo presente en el auditorio y en el escenario con dos jóvenes que tradujeron los tres conciertos a lengua de signos y que pusieron un toque de esperanza y normalidad para un colectivo tan olvidado muchas veces y cuyo silencio sonó más atronador que nunca cuando al final del festival, Elefantes, las traductoras y los miles de asistentes, alzaron sus palmas y las movieron como el mar mece en las noches de julio la arena aún cálida de la vida dichosa que la música nos regala de vez en cuando, un día sí y otro, tal vez.