Mismo perro, mismo collar

Carlos Oya

La chapa

Oficiosamente comencé a llamar a mi modesta aportación “La chapa” en las redes sociales y debo decir que tal título caló

Cuando Raúl Beltrán, por entonces director del VIVA JAÉN, me pidió que escribiera una columna para su diario no tardé en responderle que sí y luego seguí contando con su confianza cuando se puso a los mandos de este EXTRA JAÉN donde escribo. Ya había trabajado el género de la columna en otro periódico local y para un emborronador de cuartillas, bastante vago como es el caso, el compromiso de un artículo semanal lo obligaría cada semana sí o sí a empuñar la pluma así que me lo tomé como un reto personal y por ahora aguanto el tipo. Como título escogí “Mismo perro, mismo collar” una traslación de un verso de una canción de Lapido haciendo una pretenciosa referencia a la autenticidad del que abajo firma. A las pocas semanas me di cuenta que todo eso eran ínfulas propias de “reporter Tribulete” y que lo que de verdad hacía era dar la turra al lector con mis neuras de turno. Así que oficiosamente comencé a llamar a mi modesta aportación “La chapa” en las redes sociales y debo decir que tal título caló (e incluso algún emigrado al imperio austro-húngaro me lo plagió) y así llegó a conocerse en ciertos ámbitos. Es verdad que muchas veces el autor propone y el público dispone, para Conan Doyle su mejor obra era su novela histórica “La compañía blanca” y despreciaba sus narraciones sobre cierto detective asesor cocainómano al cual sólo escribía por puro valor crematístico. Lou Reed después de encadenar discazo tras discazo nos soltó en 1975 el “Metal Music Machine” que es lo más parecido a un ladrillo que se puede encontrar en la historia del pop- rock. No tardó en volver a hacer lo de siempre, grandes canciones, y sacó el Coney Island Baby. A mis lectores les gusta mas “La chapa” porque en el fondo es lo que hago cada semana (ésta también) dar la paliza, la brasa, calentar la oreja, ser un pesas...y a mí me parece bien. Pues es lo que hacemos los columnistas de opinión general, como es el caso con las salvadas excepciones, dejar por escrito las filípicas que soltamos en el bar con nuestros amigos. Cierto, hay que decantar el mensaje, pulir las aristas pero no demasiado, no repetirse (que con el tiempo y cierto bagaje detrás llega a ser lo más difícil). Por mi parte intento (que lo logre no soy quién para decirlo) alternar la actualidad con las antípodas o reflexiones personales que fluyen como un río y no sé dónde van a parar hasta que estampo el punto y final. Pero la idea fundamental es que se lean estas líneas como un suspiro. Con eso me doy por satisfecho. Punto y final.