El Expositor: Hacia las torrenteras
Crónica política de la semana de Manuel Expósito Moreno
Foto: ASSOCIATED PRESS/LAPRESSE.MANU F
Imagen de la catástrofe.
Valencia somos todos. Pero unos más que otros. Resulta descorazonador que, hasta en un drama de esta magnitud, existan malnacidos, mal patriotas, más interesados en crear división y enfrentamiento que en contribuir decididamente a paliar la emergencia social. Llevan razón, desde luego, los futboleros solidarios que protestaron, este fin de semana, por el mantenimiento de casi toda la jornada de Liga. No se debería haber jugado, dicen bien, sobre todo con los sentimientos de los damnificados y de la ciudadanía en general. Da vergüenza ajena asistir al espectáculo denigrante de la proliferación descarnada de fake news, de bulos, de frases sacadas de contexto en el lodazal de las medias verdades - “Solo el pueblo salva al pueblo” contra el “Estado fallido”-, que provoca arcadas entre la gente de buena voluntad. Las predicciones parcialmente erradas, solo aproximadas, de la AEMET, cuyo radar nunca dejó de funcionar; el canal de comunicación ininterrumpida de emergencias del 112, que en ningún momento se cayó; la primera reacción, en el ejercicio estricto de sus competencias, de la Generalitat; el respaldo coordinado, en cuanto se le reclamó, del Gobierno de España; el Ejecutivo valenciano, decretando el nivel 2 de emergencia, que implica la solicitud de auxilio al Estado, aunque sin renunciar al control del operativo; el agua de la red en Valencia capital, apta para el consumo, cuya supuesta contaminación se propaló en redes; la falsa rotura de la presa del embalse de Benagéber…
La supresión de la Unidad de Vigilancia de Emergencias de la Generalitat valenciana, nada más entrar el nuevo gobierno autonómico de las derechas, presidido por Carlos Mazón, apenas 9 meses después de que la crease su antecesor, Ximo Puig, a través de cargos intermedios, en principio, sin mayor dotación de medios humanos y materiales, no ha representado ningún hándicap añadido a la hora de afrontar el desastre. En el otro extremo de la manipulación, subrayan atinadamente analistas como Carlos Hernández, la cooperación de Moncloa, en cualesquiera de sus formas, habría sido vilipendiada: “Si Pedro Sánchez decreta el estado de alarma, acusarle de dictador. Si no lo hace, culparle de inacción. Si asume el mando único, pedir que se presenten recursos ante el Constitucional. Si no lo hace, tacharle de cogobernante y de escaqueado”. La dotación inicial asignada de efectivos del Ejército, a todas luces insuficiente, en la zona ‘0’. El traslado provisional de los afectados a polideportivos, y no a hoteles, en tono de reproche airado y agravio comparativo miserable respecto al trato dispensado ocasionalmente por las autoridades a los inmigrantes rescatados del naufragio de cayucos. La repugnante actitud de la antiEspaña frente a la España solidaria, desprendida y laboriosa, que ha llenado y desplazado, a velocidad de vértigo, también desde aquí, desde los pueblos de Jaén, desde cualquier punto del país, camiones de ayuda y bomberos y policías locales voluntarios.
Cementerios de coches, en postrera desesperación, hacia las torronteras. Los profetas de las teorías climáticas conspiranoicas -chemtrails, haarp, estelas químicas…- sembraron vientos y vomitaron tempestades contra el poder. Incontrolados, este domingo, en Paiporta, increpaban y lanzaban barro de indignación a la cara de una comitiva oficial de la que formaban parte los reyes y los presidentes estatal y autonómico, al grito de ¡Asesinos, asesinos! Les culpan de la desgracia en su integridad, de la gota fría, de la imprevisión, de las viviendas construidas junto a cauces públicos, de los aviones que montan/desmontan caprichosamente tormentas, de la lentitud en organizar la ayuda humanitaria... La respuesta a la crisis siempre llega tarde para quienes llevan 5 días sumidos en la desolación. Destrucción, furia, muerte, desabastecimiento, frustración, indefensión, pillaje... y desinformación. Valencia somos todos. Pero unos más que otros. ¡Qué noche tan grande, qué tierra tan sola!