Tino Soriano: "Una cámara protege, pero no siempre"
Con más de 40 años de carrera a la espalda, el fotógrafo y viajero reflexiona sobre la fotografía en los cursos de verano de la UNIA

Foto: UNIA
El fotógrafo es uno de los ponentes del encuentro 'Fotografía narrativa: la inquietud por contar historias'
El fotógrafo y viajero Tino Soriano ha considerado que "el éxito de una fotografía no es que guste, sino lo que consigue explicar sobre las personas". Una reflexión que el fotoperiodista ha hecho en Baeza (Jaén), donde participa como ponente en el encuentro 'Fotografía narrativa: la inquietud por contar historias', dirigido por Katy Gómez y Blas Ogáyar, que forma parte de los Cursos de Verano de la Sede Antonio Machado de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA).
Al recordar sus primeros pasos como fotógrafo, Soriano no habla de grandes cámaras ni de viajes exóticos, sino de huelgas estudiantiles, del final del franquismo y de un proyecto educativo que buscaba llevar la enseñanza a los pueblos más recónditos de Cataluña en una furgoneta cargada con diapositivas y cine.
En aquel contexto incierto un amigo le propuso enseñar a revelar fotografías y Soriano apareció con la cámara de su padre. Aquel carrete improvisado cambió el rumbo de su vida, según ha informado este jueves en una nota la UNIA.
"Hoy miro esas fotos y las personas que retraté siguen teniendo 19 años. Han quedado congeladas para siempre. Eso es la fotografía: no sólo reproducir un instante, sino dejar constancia de la humanidad en un momento concreto", ha afirmado.
Suele trazar un paralelismo entre sus años en el magisterio y su oficio de fotoperiodista. "En la enseñanza explicas algo para que otros lo comprendan. En la fotografía sucede lo mismo: cuentas una historia y la compartes con el mundo", ha añadido Soriano. Esa vocación pedagógica ha marcado una trayectoria de más de cuatro décadas en la que ha combinado el rigor documental con una mirada profundamente humana. A su juicio, el fotoperiodismo es un viaje continuo, "cada historia es distinta, cada tema te obliga a aprender, a comprender y a ser más sensible".
A lo largo de los años, ha equilibrado proyectos personales --como su investigación sobre el vudú en África y el Caribe-- con encargos profesionales que le han permitido sostener su carrera.
Pionero en la documentación de la medicina
No obstante, si hay un territorio en el que Tino Soriano ha sido pionero es en la documentación de la medicina. "Creo que soy el único fotógrafo del mundo que lleva más de 40 años fotografiando la medicina", ha comentado.
Ese trabajo lo ha enfrentado a la dureza de enfermedades como el cáncer infantil, el alzhéimer o patologías terminales. Escenarios donde la cámara es, al mismo tiempo, escudo y puente.
En este sentido ha explicado que "una cámara protege, pero no siempre". "Hay personas que traspasan esa barrera y, para poder retratarlas con objetividad, tienes que interactuar con ellas, crear un vínculo. Muchas veces me contaban cosas que no compartían con sus propios familiares, porque sabían que yo entraría en sus vidas y luego me iría", ha dicho.
Uno de sus reportajes más impactantes consistió en acompañar a pacientes con un cáncer de altísima mortalidad durante sus últimas semanas de vida. Ha explicado que "no era por morbo", sino que "quería mostrar cómo se vive en esas circunstancias". "Cómo a pesar de la enfermedad las personas seguían yendo a la panadería o al mercado. La vida continuaba, aunque regresaran a casa a recibir oxígeno", ha manifestado. Consciente de la carga emocional de esos trabajos, Soriano aprendió a equilibrar su mirada alternando proyectos duros con reportajes de viajes y lugares paradisíacos.
En este sentido, ha considerado que "es el contrapunto necesario". "Si no, sería imposible soportar el peso de ciertas historias. La estabilidad emocional es clave en este oficio", ha apostillado.
Para Soriano, el valor de una imagen no está en la estética ni en los premios, sino en su capacidad para despertar conciencia. "El éxito de una fotografía no es que guste, sino lo que consigue explicar sobre las personas", ha declarado.
Entre sus imágenes más reconocidas está la de una niña con cáncer que se coloca dos donuts en los ojos como si fueran gafas. "Aparentemente es optimista, pero en realidad habla de una realidad devastadora. Una buena fotografía funciona así: te atrae, rompe tus esquemas y, al profundizar, descubres un mensaje poderoso", ha afirmado.
Con más de 40 años de carrera, este fotógrafo de vocación rehúye la idea de una obra definitiva. "La foto que me falta por hacer es la que me mantiene vivo, la que me hace levantarme cada mañana con ilusión. Quizás esté en cualquier lugar, en cualquier momento inesperado", ha apuntado Soriano.
Consciente de los límites -hay imágenes que no pudo hacer durante la pandemia, o escenas del alzhéimer y el SIDA que todavía no se siente capaz de realizar-, su mirada sigue siendo la de aquel joven que un día tomó prestada la cámara de su padre. Una mirada que, a más de cuatro décadas, sigue entendiendo la fotografía como un acto de compromiso con la humanidad.
Soriano ha sido premiado varias veces por la Unesco y la Organización Mundial de la Salud. También ha recibido el prestigioso Lente de Plata Mexicano. Posee cinco galardones Fotopress, además de títulos como Fotógrafo Español del Año, la distinción 'The 13 Essence of Humanity' y un World Press Photo en la categoría Arte.