Tres jiennenses en la conquista de América y la vuelta al Mundo de Elcano
El descubrimiento del Nuevo Mundo y la primera vuelta de Magallanes y Elcano están ligados a tres jiennenses
Foto: Jan Gossaert.
Francisco de los Cobos.
El 6 de septiembre de 1522 la nao Victoria entró en el puerto de Sanlúcar con solo 18 famélicos tripulantes de los 250 que partieron, completando la primera circunnavegación al globo de la Historia del Mundo. Ayer se cumplieron 502 años de la proeza que inició Fernando de Magallanes y que completó Juan Sebastián Elcano y aunque no contó con ningún tripulante jiennense, de los muchos andaluces que viajaron, el hito sí que tuvo un protagonista de Jaén, el todopoderoso secretario personal de Carlos I y V de Alemania y secretario de Estado, Francisco de los Cobos (Úbeda, ca. 1477 - Úbeda, 11 de mayo de 1547).
Nada más llegar a Sanlúcar, Juan Sebastián Elcano escribe una carta al emperador Carlos V, a quien jamás hubiera imaginado dirigirse. Con unas líneas sobrias que a duras penas contienen la emoción del momento, da la primera noticia oficial de la realidad que habría de cambiar la historia de España: “Sabrá Vuestra Majestad que hemos dado la vuelta a toda la redondez del mundo”.
Sin embargo, la respuesta, como todos los asuntos de Estado, no llegaría de puño y letra del emperador, muy joven entonces, sino de su secretario, el ubetense Francisco de los Cobos, quien se convertiría así en el intermediario entre el rey y el gran marino vasco, erigiéndose en fedatario de la mayor aventura tras el descubrimiento de América por Colón tres décadas antes. Por tanto la primera vuelta al mundo está estrechamente ligada a Francisco de los Cobos desde sus inicios, ya que los comienzos de la carrera administrativa del ubetense se remontan al reinado de los Reyes Católicos, en que inició su aprendizaje al servicio de los secretarios Hernando de Zafra y Lope Conchillos consecutivamente, habiendo acumulado quince años de experiencia en la dedicación a los papeles desde el oficio de escribano cuando eligió marcharse, tras la muerte del rey Fernando, en 1516, a Flandes, donde ese mismo año fue nombrado secretario del joven Carlos I, con el que llegó a España en septiembre de 1517 acertando a convertirse en su secretario principal y firmando casi todas las órdenes reales, entre ellas la expedición en busca de un paso hacia el oeste desde la Tierra del Fuego para llegar a las Indias, ya que la ruta por África correspondía a los portugueses desde el tratado de Tordesillas. Esa expedición acabaría, tras la muerte de Magallanes, dando la primera vuelta al mundo ya de la mano de Elcano.
La figura de Francisco de los Cobos y la primera vuelta al mundo no es la única de jiennenses que jugaron un papel protagonista en la conquista de América. Cristóbal de Olid, de Baeza, y Jorge Robledo, de Úbeda, son dos nombres imprescindibles para conocer la historia de América tras la llegada de Colón.
Cristóbal de Olid. Baeza (Jaén), 1488 – Naco (Honduras),1525
Capitán de Hernán Cortés en la conquista de México, regidor de Veracruz, conquistador de Michoacán y de Honduras.
Según explica la Real Academia de la Historia, al parecer, sus orígenes familiares eran navarros, pero nació en Baeza circunstancialmente, cuando su progenitor luchaba en el asedio al Reino nazarí. Hacia 1518, ya desposado con la portuguesa Felipa de Araos, se embarcó rumbo a las Indias. Su mujer quedó en la Península. Arribó a la isla de Cuba, entrando al servicio del teniente de gobernador Diego Velázquez, quien, en 1518, lo envió en busca de Juan de Grijalva del que no tenía noticias.
Al año siguiente, traicionó a Velázquez y se puso al servicio de Hernán Cortés, participando activamente en la conquista del imperio azteca. Cortés lo puso al mando de uno de los barcos y lo nombró capitán de una de las compañías de su hueste. Estuvo presente tanto en la derrota de la Noche Triste como en la conquista de Tenochtitlán, tras la victoria en Otumba. Al parecer, en 1521, participó en una fallida conspiración contra el conquistador de Medellín y éste le arrebató la vara de regidor del Cabildo de Veracruz que le había sido concedida dos años antes.
Fue perdonado por el extremeño, quien volvió a confiar en él. De hecho, en 1522, lo envió a la conquista de la región de Michoacán. Mientras tanto había llegado a tierras mexicanas su esposa. Pero lejos de asentar la cabeza para llevar una vida holgada junto a ésta, aceptó la invitación de Cortés para acudir a pacificar la gobernación de Honduras.
Efectivamente, el 11 de enero de 1524 partió rumbo al entonces llamado cabo de las Hibueras —actual costa de Honduras— con seis navíos, cuatrocientos hombres, artillería, armas y 8000 pesos de oro para comprar, a su paso por Cuba, “caballos y bastimentos”. Pese al voto de confianza de Cortés, a su paso por Cuba entró en tratos con Diego Velázquez y decidió traicionar a su patrocinador. Cortés, enfurecido, prometió, por un lado, ir a Cuba a prender a Diego Velázquez —hecho que nunca sucedió—, y por el otro, enviar una expedición contra su capitán alzado. Efectivamente, en junio de 1524 pertrechó una expedición al mando del trujillano Francisco de las Casas con cinco navíos “bien artillados” y cien soldados para someter al insurrecto. Sin embargo, en la localidad de Naco Olid lo derrotó y lo apresó, junto a Gil González Dávila que acababa de llegar a la zona como gobernador del golfo Dulce. Pero pecó de un exceso de confianza. Dado que se trataba de antiguos amigos, los sacó del calabozo para que cenasen con él. Fue traicionado por algunos de los suyos, que lo redujeron y lo apresaron. Tras un breve juicio fue acusado de traición al poder real y ejecutado allí mismo, en Naco, el 16 de enero de 1525.
Jorge Robledo. Úbeda (Jaén), p. s. XVI – Loma de Pozo (Colombia), 1546
Según explica la Real Academia de la Historia, se desconoce la fecha de su nacimiento y apenas existe información sobre sus primeros años. Perteneció a una familia hidalga de la ciudad de Úbeda y recibió una educación acorde con su rango. Como capitán, intervino en Italia en el conflicto que enfrentó a Carlos V con el rey de Francia, Francisco I. Llegó a México con Pedro de Alvarado (1528) que acababa de obtener los títulos de capitán general y gobernador de Guatemala. Formaba parte de un nutrido grupo de caballeros a quienes éste había prometido riquezas, tierras y encomiendas de indios. Su enrolamiento fue propiciado por las relaciones de paisanazgo, después de que Alvarado contrajese matrimonio con Francisca de la Cueva, hija de una renombrada familia ubetense y emparentada con personajes de gran ascendencia en la Corte como el duque de Alburquerque y Francisco de los Cobos. Ya en México, participó en el descubrimiento y conquista de Nueva Galicia.
Sobre su presencia en tierras peruanas, unos consideran que tuvo lugar con la llegada de la expedición de Pedro de Alvarado a Ecuador (1532); otros, formando parte del contingente de hombres que siguió a Sebastián de Belalcázar ese mismo año para unirse a Pizarro y Almagro. Estuvo presente en el encuentro de Cajamarca, que concluyó con la prisión y posterior ejecución del inca Atahualpa (1533). Integró la hueste que, bajo la dirección de Belalcázar, acometió la conquista de la región de Riobamba, participando en la fundación de San Francisco de Quito (1534), Cali (julio de 1536) y Popayán (diciembre de 1536). En esta ciudad residió, obtuvo una encomienda de indios y fue alcalde.
Lorenzo de Aldana, gobernador de Popayán, interesado en ampliar la colonización iniciada por Belalcázar, le confió el mando de un ejército para la conquista y población de la provincia de Anserma, atendiendo, según escribe Antonio de Herrera, a que se trataba de un capitán obediente y deseoso de cumplir con sus obligaciones, de una persona noble, de valor y juicio. Obtuvo, asimismo, facultad para fundar ciudades en nombre del Rey y de Francisco Pizarro.
A mediados de 1539 salió la expedición de la ciudad de Cali y se dirigió al norte siguiendo la margen izquierda del río Cauca. Pedro Cieza de León, protagonista y testigo de los hechos, dejó una excelente información sobre todo lo acontecido en ella en su Crónica del Perú. Otro tanto puede decirse de la Relación del viaje del capitán Jorge Robledo a las provincias de Anserma y Quimbaya. Componían esta hueste cien hombres de a pie y de a caballo, todos ellos experimentados en campañas anteriores, además de negros e indios. Robledo tomó posesión de las nuevas tierras y fundó la ciudad de Santa Ana de los Caballeros (agosto de 1539) en el actual departamento de Caldas. Fueron sus primeros alcaldes Suero de Nava y Martín de Amoroto; su alguacil mayor, el alférez Ruy Venegas. Poco después, esta ciudad fue trasladada de lugar y rebautizada con el nombre de Anserma. Su nombre procede del vocablo indígena ancer, que significa sal y hace referencia a las abundantes salinas existentes en aquel territorio. El propio Jorge Robledo dejó escrita una Descripción de los pueblos de la provincia de Anserma con prolijas noticias sobre sus habitantes. En ella ofrece curiosos datos acerca de la vida familiar de aquellas comunidades, el matrimonio o la posición.