La gravedad y el legado de su negocio en Jaén
La Carolina y Linares atesoran tres torres desde las que se fabricaba munición usando la gravedad para abaratar costes
Torre de perdigones en La Carolina y en Linares.
Torre de perdigones en La Carolina y en Linares.
Torre de perdigones en La Carolina y en Linares.
¿Quién podría imaginarse que la ley de la gravedad daría lugar a perdigones de munición esféricamente perfectos?
Pues un inglés, Williams Watts, que en Bristol en 1782, revolucionó el sector de la munición en todo el mundo sustituyendo técnicas anteriores de fundición de perdigones en moldes, que eran muy caras, o de goteo de plomo fundido en barriles de agua, que producían demasiadas bolas no esféricas, por altas torres desde donde se dejaba caer el plomo en estado líquido y la gravedad hacía su trabajo, dando como resultado perdigones esféricos perfectos.
Jaén cuenta con tres de esas altas torres desde las que se dejaba caer el plomo, una en Linares y dos en La Carolina, una de estas últimas, además, convertida en museo que se puede visitar actualmente. No es de extrañar, ya que esta zona minera era la mayor productora de plomo de todo el país hasta bien entrado el siglo XX.
La torre de perdigones de La Carolina forma parte de una antigua fundición en la que se elaboró munición empleada en la guerra de Cuba y que ocupaba gran parte de la manzana en que se ubica. En el centro de interpretación se pueden encontrar paneles explicativos así como un videojuego para divulgar cómo se realizaba la producción de perdigones mediante una competición con dispositivos móviles.
El centro de interpretación está situado en la planta baja y es accesible. La otra parte de la visita es la subida a la parte más alta de la torre.
Hoy en día, los perdigones están sobre todo en los proyectiles que hay dentro de un cartucho de escopeta: pequeñas esferas de plomo u otro metal. Cuando se hace el disparo, salen del cañón dispersándose y permitiendo impactar más fácilmente al blanco a corta distancia.
Según el perfil del antiguo Twitter, “Batallitas”, ahora ya no se fabrican de plomo debido a la normativa ambiental y se hacen de acero. “¿Pero por qué se necesitaba una torre para fabricar perdigones de plomo? Básicamente, porque así se ahorraban costes aprovechando la gravedad, que es gratis (de momento), hasta el punto que la cara construcción de la torre le era rentable al fabricante”, explican en el perfil.
¿Cuál era el proceso?
En una de estas torres, el plomo se calentaba hasta fundirlo, y luego se dejaba caer a través de un tamiz de cobre en lo alto de la torre. El plomo líquido formaba pequeñas bolas esféricas perfectas por tensión superficial y se solidificaba al caer. Las bolas parcialmente enfriadas se recogían en la base de la torre, en una cubeta llena de agua. Para el control de calidad se utilizaban tableros inclinados, las bolas buenas rodaban rápidamente hacia abajo y las deformes no lo hacían o con más dificultad.
Estos perdigones se usaban en escopetas, balanzas y juegos de rompecabezas, e incluso como lastre para barcos. Una vez completamente enfriadas, se comprobaban para verificar su redondez y se clasificaban por tamaños. Las que no eran esféricas, se volvían a fundir.
La altura de la torre limitaba el calibre de las bolas que podían producirse, ya que las de mayor tamaño debían caer desde mayor altura para solidificarse sin perder su forma. Una torre con una caída de 40 metros podía producir perdigones del n.º 6 (2,4 mm de diámetro), mientras que una caída de 80 metros podía producir perdigones del n.º 2 (nominalmente de 3,8 mm de diámetro).
Como estas torres rara vez superaban los 80 metros de altura, los proyectiles grandes que no se podían fabricar en una de estas instalaciones se hacían dando vueltas a trozos de chapa de plomo cortada en un barril hasta que eran redondos.