El jiennense que pasó de copiar a su padre al piano a triunfar en Japón

Guillermo Cobo es uno de los cuatro seleccionados para la final del premio internacional de compositores de Tokio

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Guillermo Cobo con la partitura de la obra finalista en el concurso de compositores internacional Toru Takemitsu de Japón.

La música siempre le había acompañado. Desde que apenas tenía uso de razón, había sido un elemento más de su familia, su hogar y su vida. Cada día, estaba allí, esperándolo. Pero no había conseguido cautivarle. Su padre había tocado diferentes instrumentos en casa, pero a Guillermo Cobo no le despertaba la curiosidad. Lo tenía claro, quería ser arquitecto, así que la música no era para él. Pero todo cambió cuando su padre retomó el piano y el sonido de las teclas volvió a reinar en casa. Por pura curiosidad y más como juego que por afán de aprender, con solo diez años empezó a copiar lo que hacía su padre. Y ahí descubrió un camino que le ha llevado veinte años después a convertirse en uno de los cuatro finalistas del concurso de compositores internacional Toru Takemitsu de Japón, uno de los más prestigiosos del país. 

"Cuando mis padres vieron que se me daba bien el piano, me preguntaron si quería ir a clases y lo hice. Pero lo veía como un hobby porque tenía claro que no quería dedicarme a esto por nada del mundo. Y al final me di cuenta de que era lo que realmente quería hacer y lo que me hacía feliz", explica el compositor que, a sus 33 años, ha recorrido lugares como Milán, Leipzig o Suiza y cuyas obras han sido estrenadas en diversos países europeos por parte de agrupaciones de renombre como Ensemble Modern, Neue Vocalsolisten, Taller Sonoro o Divertimento Ensemble.

En la música y, en concreto, en la composición, encontró su forma de expresión, de comunicación, de volcar todo lo que su mente inquieta quería plasmar al mundo y que no encontraba una mejor manera de hacerlo que a través de ese medio que se había convertido en su refugio: "Pensé que si me gustaban las ciencias, las matemáticas y la arquitectura no cabía la música, pero me equivocaba. He encontrado la forma de compaginar ambas cosas cuando compongo". 



Sierra Nevada en música

Es lo que le ocurrió con la obra que se estrenará el 28 de mayo en el concurso internacional de Tokio y que se disputa el premio con los otros tres compositores que, como él, pasaron este filtro hacia la final de entre 107 participantes de 31 países. En su caso, no fue consciente de qué era lo que le había llevado a escribir esa pieza hasta que la tuvo terminada. Llevaba años pensando en cómo quería que fuera la obra, pero el confinamiento le dio el empujón que necesitaba para, en solo tres meses, tener lista una composición para 57 instrumentos. El ojo inexperto puede creer que la gigantesca partitura en la que Cobo ha plasmado su creación únicamente contiene notas y acordes. Pero si se mira más de cerca, se puede ver las laderas de Sierra Nevada, el frío aire de las cumbres y la nieve que recorre su cima.

En el momento en el que empezó la composición, Guillermo Cobo se encontraba viviendo en Granada, donde disfrutaba cada día del choque que suponía observar, por un lado, la "violencia" visual de la capital y, por otro, la tranquilidad y la pureza de Sierra Nevada, "en crudo, con sus picos y su nieve". Pero, cuando llegó la pandemia, dejó de poder disfrutar de esa vista. "Solo me quedaba el edificio que se veía a través de la ventana, nada más", explica. Y ahí encontró el camino para terminar su creación. 

La música de Jaén

"De Jaén tengo una obra que compuse cuando vivía aquí, pero tengo pendiente hacer otra. Y es que ser de Jaén es algo que tengo muy presente y me gusta valorar lo que hay aquí e intentar proyectarlo y mejorarlo, pero no desecharlo por el hecho de que sea de Jaén. En Jaén hay músicos muy buenos y su formación, igual que la mía, es en parte de Jaén, y eso hay que reconocerlo porque hay un conservatorio extraordinario", explica Cobo.

Para Guillermo Cobo, su candidatura a los premios no solo es un reconocimiento a su esfuerzo, su labor y su talento, sino a esos momentos en los que las dudas y los "no seré capaz" aparecían. "Cuando consigues algo así, te sientes orgulloso y feliz pero, como en la música todo es un no parar, empiezas a pensar en qué debe ser lo siguiente. Menos mal que mi familia, que ha estado en todo el proceso, me devuelve a la tierra y me impulsan a disfrutar y respirar", afirma. 

En cada paso del camino, su familia ha estado con él. En cada aprendizaje, caída y acierto. Siempre a su lado. Por eso, intentarán acompañarle a Japón para vivir con él un nuevo hito, escuchar su pieza por primera vez interpretada por la Filarmónica de Tokio, "la mejor del país", y ver a su hijo en la final de los prestigiosos premios: "Siempre han estado ahí y ojalá que ahora también puedan".