Desde los años sesenta del pasado Siglo, las tendencias de la población de España ya señalaban una concentración de la mismas en las grandes áreas urbanas de Madrid y Barcelona y en las zonas costeras, que se ha acentuado con el tiempo.
La revisión del Censo de 2025, refleja que la población española supera los 49 millones de habitantes, con un incremento del 0,94% anual y más se 6,8 millones de extranjeros. El crecimiento vegetativo de los residentes nacionales es negativo, o sea, hay más fallecimientos que nacimientos, por lo que el incremento poblacional se debe en exclusiva a los inmigrantes.
Es la inmigración el factor que más contribuye y mejor explica la buena marcha de la economía española, que es la que más crece entre todos los paises desarrollados. En consonancia con ello el Banco de España calcula que, con estas tendencias, necesitaremos unos 25 millones de inmigrantes en los próximos 30 añós. La economía española, necesita y se sustenta de la inmigración, por lo que sobran las falsas narrativas y los discursos de odio que los rechazan y demonizan.
Pero la complejidad demográfica ofrece otros rasgos cuando la observamos en nuestra provincia, con 618.206 habitantes con menos de un tres y medio por ciento de extranjeros. Seguimos perdiendo población -unos cuatrocientos veintisiete en el último año-. Somos una provincia de interior, ni mucho menos lo que llaman la "España despoblada", pero sí somos ya un atisbo de la España que se despuebla, siendo lo más alarmantes que ésto se produce en un contexto general de crecimiento positivo.
Urge una estrategia económica y social para atajar esta inquietante perspectiva y hay suficientes análisis y estudios para adaptarlos y hacerlos realidad.