Hace unos días hemos asistido a la gran fiesta del cine español. La gala de los Goya dejó bastantes discursos reivindicativos. Este año nuestro cine nos ha regalado grandes películas que abordan temas muy nuestros y que a la vez están de total actualidad, en un mundo que parece estar perdiendo el norte. La infiltrada, el 47, etc.
Sin lugar a dudas yo me quedo con el discurso de Eduard Sola, premio al mejor guión original por la película Casa en flames. Escuchar a Albert en su discurso, reconocer el esfuerzo de su madre y de todas las supermadres de esa generación, me llenó de esperanza. Frente a todas esas personas que niegan lo evidente y viven en la añoranza de los tiempos pasados, Albert, sube al escenario en un momento importantísimo de su vida, en el que se esta reconociendo la calidad de su trabajo, y dedica ese premio a agradecer el esfuerzo inmenso que hicieron una generación de mujeres. Mujeres que salieron al mercado laboral, sin dejar de ocuparse, casi por entero y sin ayuda, de los cuidados y del mantenimiento de sus hogares. Albert reconoce el gran sacrificio que tuvieron que hacer estas mujeres para que ahora en pleno siglo XXI las que venimos detrás nos podamos plantear dejar de hacernos responsables del cuidado de todos los que nos rodean.
Mirándolas a ellas nos hemos empezado a replantear muchas cosas. Esa generación de mujeres que al final se quedaron sin vida porque la regalaron entera, sin ser conscientes, nos han ayudado a darnos cuenta de la importancia de los cuidados y de unos cuidados de calidad.
Estamos siendo capaces de entender que aquí, cada cual tiene que saber cuidarse, que cada cual tiene que hacerse responsable de sus hijos e hijas si decide tenerlos y que dejaremos de ser civilización cuando no seamos capaces de cuidar de los débiles enfermos o desfavorecidos.
La antropóloga Margaret Mead fijo el comienzo de la civilización en el momento en que un humano logro sanar su fémur roto y ahora parece por momentos que se nos está olvidando lo que es eso de la civilización.