Vivimos tiempos complicados para la solidaridad, la justicia, la cooperación, la integración y todos aquellos valores que conforman una sociedad abierta, tolerante, respetuosa y participativa. El auge de la cultura del capitalismo feroz, junto con el tsunami del pensamiento identitario, excluyente y, a veces, irracional, que se está expandiendo como recurso fácil ante los problemas cotidianos que nos afectan, tales como; vivienda, acceso al trabajo, seguridad, etc., está propiciando la construcción y difusión de un relato asentado en bulos, tergiversaciones y medias verdades que, apelando a las emociones más básicas, proponen soluciones simplistas que no persiguen la solución de los mismos. Más bien propician la búsqueda de esta solución como excusa para culpar a “los otros”, ya sean inmigrantes u otros colectivos, de los males que según ellos sufrimos, ignorando razones y hechos tangibles que pueden rebatir ese mensaje negativista dando una versión real de la situación.
Estos momentos difíciles podemos superarlos con la colaboración de todos y no con la exclusión de una parte de la sociedad.
Frente a la imposición de ideologías radicales, que no admiten el dialogo, ni la disensión, sino que intentan atornillar en la mente de la ciudadanía ideas pretéritas, que fomentan la exclusión, cuando no el odio al diferente, tenemos dos herramientas poderosas para fomentar el diálogo constructivo, la participación y el respeto a la persona, independientemente de su ideología, procedencia, religión u orientación sexual. Dichas herramientas son; por un lado, la educación y, por otro, la cultura.
La calidad de ambas herramientas es un indicador fiable del nivel de democracia de dicha sociedad. El sistema educativo debe estar impregnado de los valores democráticos recogidos en nuestra constitución de forma que, cual lluvia fina, cale en las mentes de nuestros estudiantes. De este modo, la persona se va imbuyendo de forma lenta, pero progresiva, de los valores naturales que conforman el sistema democrático.
La cultura, por su parte, es el medio natural de expresión de esos valores de tolerancia, respeto y crítica hacia aquellos aspectos que nos pueden parecer mejorables. Las manifestaciones culturales, ya sean literatura, teatro, cine, música, baile, etc., constituyen la prueba del algodón de la calidad democrática de la sociedad. Debemos apoyar ambas herramientas si queremos tener un futuro donde erradiquemos la intolerancia y la exclusión.