De nuevo este mayo Jaén ha sido el escaparate mundial del aceite de oliva y todo lo que le rodea (industria, avances técnicos y científicos en olivar, tratamientos, maquinaria…), una feria que cada año ha ido abarcando más ámbitos hasta alcanzar una dimensión muy importante.
Y he sido testigo, desde la primera que visité, en Vaciacostales a principios de los 90, hasta la expansión de este año, ocupando incluso el Olivo Arena. He tenido el privilegio de participar en ella a todos los niveles, como ingeniera agrónoma, desde mis inicios como profesional libre, en el symposium (cuando trabajaba en un proyecto europeo), como funcionaria de la Junta de Andalucía, como responsable de stand (el de la Consejería cuando era gerente de AGAPA), como responsable institucional en otras áreas y finalmente como subdelegada del Gobierno, hasta la pasada edición. Cada participación arroja una visión diferente.
Y lo mismo que destaco su crecimiento y calidad, que conlleva cada edición mayor y mejor público, no podemos obviar los problemas recurrentes de logística que sufre tal volumen de asistentes, principalmente el aparcamiento y la falta de servicios, especialmente, el alojamiento y en menor medida, la restauración y el transporte. Y es cierto que la gente suele aguantar estoicamente todos los inconvenientes porque el objetivo principal es el comercial y las relaciones comerciales, y si eso se alcanza, se tienden a minimizar, pero la comodidad es el coadyuvante de los negocios.
También en estos años he visto cómo en más de una ocasión se han presentado innovaciones interesantísimas en maquinaria, o en el campo de la investigación en el symposium, por poner ejemplos, que pasan casi inadvertidas sencillamente por tanta abundancia de exposición, información y posibilidades. Y es que muchas veces, menos es más.
Quizá hemos llegado a un nivel en que habría que repensar algunas cuestiones, como la coincidencia del symposium, que este año con la inscripción en el mismo ni siquiera se puede visitar la feria, o aprovechar la abundancia de espacios expositivos que ya hoy se distribuyen por
cuestiones comerciales, para que los accesos sean controlados y no con una entrada única que además hay que ir a comprar al Olivo Arena.
Con todo, la feria tiene alegría cuando hay cosecha a la vista, aunque pese la sombra de los aranceles de Trump y siga habiendo un endeudamiento relevante en el campo, y tiene alegría cuando se han conseguido cosas como elevar el precio medio en exportación, es decir, no exportar más, sino exportar mejor, como anunció el ministro Planas. Seguramente, a cargo de empresas privadas y no muchas de nuestra provincia, no sabemos si son o no cooperativas, y qué porcentaje de su producción exportada va envasada desde aquí, pero es el camino ya que reducir las ventas a granel es nuestra gran asignatura pendiente.
Y esta feria ha sido alegre, a pesar de los desencuentros institucionales habituales, del polen de olivo, y del dolor de pies, así que enhorabuena!