Podríamos hacer un mapa conceptual de todos los problemas del mundo que nos afectan hoy (económicos, bélicos, cambio climático, migraciones, violencia de género, ciberseguridad, reto demográfico, incomunicación, bulos, etc.). Pero, como no puedo hablar de todo ello en un sencillo artículo, hoy trataré de aportar algunos asuntos para la reflexión y el debate.
CRISIS DE LA DEMOCRACIA
En España, según un estudio reciente publicado en diario El País, uno de cada cuatro varones entre 18 y 26 años (25,9 %) considera que el autoritarismo puede ser preferible a la democracia, mientras que una de cada cinco chicas (18,3 %) preferiría también una dictadura. A esto se une la desafección de los adultos a la actual democracia, las mentiras en redes sociales, el lógico miedo a la guerra y a la Inteligencia Artificial… factores que acrecientan la incertidumbre y la inflación de la esperanza. Mientras tanto, avanza la internacional de ultraderecha al par que se extiende la creencia errónea de que “todos los políticos son iguales”. (Creo que, tras esta injusta generalización, aparentemente inocente, estamos sembrando y “regalando” un futuro dictador a nuestros nietos). ¿Falta conciencia democrática?
En el año 2006 se instauró la asignatura de “Educación para la Ciudadanía” en el Sistema Educativo español por el Gobierno de J.L. Zapatero, siguiendo la recomendación del Consejo de Europa de 2002, con la finalidad de educar en valores democráticos a los adolescentes. Luego, esta ley fue derogada en 2016 por el Gobierno de M. Rajoy. ¿Tendrá algo que ver esta ausencia formativa en los datos de la desafección democrática por los jóvenes? Diferentes asociaciones vinculadas al Opus y a la iglesia católica más tradicional hicieron un frente “anti-educación para la ciudadanía” porque se arrogaban el derecho de educar en “su” moral religiosa como la única formación de ética posible, paradójicamente en un estado que se considera “aconfesional”. ¿Les extraña que ahora haya chicas y chicos que voten a ese partido con nombre de diccionario? ¿Ideología o ignorancia?
EL PODER DE LA IGNORANCIA
El avance de posturas extremistas a nivel internacional y nacional tiene muchas causas, pero la principal —como recoge Yuval Noah Harari en su libro Nexus— es el poder creciente de las «redes ilusorias» y la «fuerza de la ignorancia» —como intuyó ya George Orwell—. Ambos factores amplificados ahora por la cibertecnología y por la «amenaza del potencial totalitario de la inteligencia artificial».
La digitalización y las redes sociales (el uso hiperactivo del móvil, phono sapiens) han multiplicado los estímulos que recibe nuestro cerebro a lo largo del día. Y, como dice el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han, «la digitalización agrava la atrofia del tiempo, fragmenta la atención, aumenta el consumo y el individualismo», de tal manera que «el actual tsunami informativo genera —lo que él ha llamado— la crisis narrativa, lanzándonos al paroxismo de la actualidad». Según él, la Narración como sistema cultural con voluntad de coherencia sería «la única que abre el futuro, y crea sentido al permitirnos albergar esperanza». Y la opone al exceso de relatos interesados e incompletos, al storytelling mercantil, a la sobredosis de series televisivas y plataformas, a la propaganda partidista… que nos distraen y no ayudan a construir un pensamiento crítico. De tal modo que, afirma con pena, la sociedad está perdiendo el horizonte propio que aporta la narración científica y humanista.
No es de extrañar que el neurocientífico francés Michel Desmurget advierta en su ensayo Más libros y menos pantallas, que el «exceso lúdico de pantallas está reduciendo de forma probada los tiempos de lectura» y, con ello, el nivel de “comprensión lectora” en los jóvenes, y, por tanto, influyendo en la bajada de calidad educativa según las pruebas PISA y PIRLS en Europa como demuestra él con datos rigurosos. Insiste este autor en que «la lectura nos beneficia individual y colectivamente» porque constituye un factor fundamental para la imaginación, la creatividad, el talento y para «la integración de los ciudadanos y la eliminación de las desigualdades sociales». Entre 2021 y 2022, Francia declaró la lectura como una gran causa nacional… «uno de los compromisos centrales de todo el país». ¿Lo es también para nosotros?
¿ACCIONES GLOBALES O LOCALES?
Sin duda, la lectura, la cultura y la educación de calidad no son posibles sin asentar los mejores cimientos en las familias y las escuelas. Y, sin duda, no siempre pueden dar respuestas inmediatas a los problemas internacionales que ponen en peligro la democracia, pero no por ello debemos abandonarlas. Y, evidentemente, no hay soluciones fáciles a problemas complejos, pero eso no nos exime de la responsabilidad y el compromiso de buscar soluciones, aquí y ahora, en la medida de nuestras posibilidades. ¿Podemos hacer algo desde Jaén?
Para responder a esa pregunta, remito a los lectores a visualizar un gráfico mental: los “círculos concéntricos de la responsabilidad” que expuso José Antonio Marina. Veamos. En el círculo más cercano e íntimo debemos hacernos responsables de nuestra familia. En el siguiente, sentirnos responsables de nuestro entorno local o provincial; y, más ampliamente, de nuestra comunidad autónoma y de nuestro país; y, por último, a nivel internacional. Si no podemos cambiar nuestro mundo, comencemos al menos con los entornos cercanos, porque todo influye en nuestra sociedad. Recuerden el axioma: «Piensa en global y actúa en local».
La Educación de calidad (lo admitamos o no) es una responsabilidad de todos. Debe comenzar en la familia (amorosa y exigente con los hijos), continuar en una escuela pública de calidad (temprana, activa, inclusiva, con valores, creativa y crítica), y cultivar un entorno local sostenible (participativo, cívico, equilibrado y responsable). Parece difícil, pero ya se sabe cómo hacerlo, hay experiencias fiables, de aquí que necesitemos más escucha y diálogo, más conocimiento, colaboración y compromiso.
La Educación es la cara de una valiosa moneda y la otra cara es la Cultura, pero el canto de oro que las une es la Lectura. En este sentido me permito una digresión: ¿Leen ahora más los jóvenes, como yo desearía y como dicen algunas encuestas? O tal vez no se ha tenido en cuenta que muchas de esas “lecturas” no son por placer sino deberes escolares, exigidas por los profesores, algo que sabemos ya produce rechazo (Pennac, Desmurget…). Posiblemente se han contabilizado en ese informe estadístico del gremio de editores este tipo de lecturas obligadas. Ojalá me equivoque, pero creo que los jóvenes leen menos, como indicaría la bajada de préstamos en bibliotecas, el cierre de muchas librerías y las adicciones a las pantallas. Modestamente, proclamo que mis seminarios y conferencias sobre Jaén, lecto-creativa ofrecían propuestas posibles y realizables que no han sido escuchadas para mejorarlas o aplicarlas en planes locales.
¿CULTURA O CULTURAS?
Cualquier cultura es un conjunto de creencias o ideas que genera un sistema de valores y se proyecta en actitudes y obras. La calidad de esas tres variables nos da el valor humano de una Cultura. Aquella cultura que no reconozca la dignidad de todas y cada una de las personas, como elemento esencial de su formulación y como desarrollo para el progreso humano, es una cultura estática, un freno evolutivo y, tal vez, un peldaño de bajada hacia el abismo de la barbarie.
Hablar, escribir, conversar con respeto ahora sobre estos temas clave es una tarea obligatoria en un mundo convulso e incierto. Reconocer a las buenas personas, a las que practican una bondad generosa e inteligente con los demás, es de justicia y supone abonar la equidad para que crezca y se expanda. Tejer redes de bondad es la forma más eficaz de hacer una democracia y un mundo mejor para nuestros hijos. No perdamos el valor de la utopía como horizonte, sembremos palabras, dignidad y futuro.