Un 28-F, en miércoles, es como un jardín sin flores ni columpios, un cumpleaños sin tarta ni tardeo, un dispendio sin alargue ni avalistas. Hace 40 años, cuando empezábamos a familiarizarnos con el concepto de autogobierno andaluz, los jiennenses promediábamos 76 años de existencia lastimera, actualmente, llegamos de sobra a 81, chispa más o menos igual que el resto de provincias andaluzas, por más que aquí la tasa de mortalidad sea la más alta de la región, consecuencia demográfica de un envejecimiento atroz e indisimulado. En Jaén nos morimos mejor que en otra parte, que a eso no hay quién nos gane, con una prestancia que crea tendencia en tanatorios y camposantos de toda la tierra. Hablar de autonomía en Jaén es el ahondar descriptivo de los entierros, la suma de exequias concatenadas, las campanas de un centenar de pueblos tocando unísonamente a muerto recién amortajado, el agravio más sangrante que un vivo conociera. Jaén tiene más olivos que nadie, más autovías sin concluir ni comenzar que la media, más trenes que ni pasan ni irían programadamente a parte alguna, más asignaturas pendientes que cualquiera. Jaén es usted y soy yo, somos nosotros mismos en énfasis hospitalario, destino casual y secundario que luego resulta inolvidable al paso comparado por otros páramos y secanos -next generation- de la periferia europea. Jaén son mil castillos en el aire sin campos reales de batalla, ristra de chorizos que gotea en la alacena, cuarto de siglo de estrategias que planea, sin ton ni son, al albur de cajas destempladas y misioneras. Jaén nunca sucumbe al desconcierto de las cifras presupuestarias, ni se pelea con sus vecinas por el relato fantasioso de mil y una noches de discriminación positiva y ciento y una enmiendas. Jaén soporta como nadie lo que no tiene y ni envidia ni perdona. Hay quien dice de Jaén que no es tierra andaluza. Mentira cochina. Lo somos, y a mucha honra, aunque, para permanecer en semejantes niveles de crecimiento y desarrollo, igual nos hubiera ido subsumidos en el seno de Castilla-La Mancha o Murcia.
Jaén se proclama, sin aspavientos -nadie de arriba lo niega-, Andalucía de segunda o de tercera. El PP gobernante reconoce, y conviene, las carencias. El PSOE, tras 37 años de promesas incumplidas al frente de la Junta, se ampara en la lluvia de 1.300 millones de euros que nos cayeron aquellos años de vino y rosas del Plan Activa. Todo, esto es, en efecto, relativamente mentira. Los grandes desequilibrios estructurales permanecen inalterados, apolillados, invariables. “El Estatuto de Autonomía propugna como valores superiores la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político para todos los andaluces”. Carraspeen y tosan mientras la oficialidad autonómica tararea, sin sabérselo, con la boca pequeña, el himno de Blas Infante. Tururú. La política es oportunidad y, a nosotros, las bondades compensatorias del autonomismo nos cogieron sin perro que nos ladrara en Sevilla y en Madrid. Jaén, en conmemoraciones como la de este miércoles, pues, tendría que hacer balance de la sucesión de paniaguados y estómagos agradecidos que nos infrarrepresentaron en las instituciones en el devenir de 42 años de autogobierno andaluz, de ninguneo sistemático a la provincia. Subordinados al interés general de sus formaciones políticas, encuadrados disciplinadamente en las estructuras de los partidos, los políticos de Jaén siempre fueron demasiado comprensivos, condescendientes, con sus jefes. Ni siquiera la concentración de cargos de la agrupación provincial socialista en el Consejo de Gobierno de la Junta, en su día, nos sacó de pobres: consejeros y consejeras que patearon, y patean, sobre todo, lunes y viernes, su circunscripción electoral, atendiendo a las demandas territoriales, tomando buena nota, comprometiéndose resolutivamente a ejecuciones sine die. Los de ahora, equilicuá.
Vuelve la nieve a la sierra de Segura y Cazorla, imagen costumbrista del estertor de febrero en este mar de olivos, blanca y verde, verde y blanca. Banderas de Andalucía en el Aula Magna de la UJA. Premios de cine ‘Miguel Picazo’, en Cazorla, a Petra Martínez. Profetas en su tierra. Ausencia de jiennenses entre los galardonados por la Junta, medallas de oro e hijos predilectos, este miércoles, en el acto central del ’28-F’ en el Teatro de la Maestranza. Quejas malhumoradas del PSOE provinciano a las que responde la consejera lugareña, Lina García, recordando que la Confederación Andaluza de Alzheimer, reconocida este año, tiene una linarense como presidenta. Mejor una mala excusa que ninguna. Y aún dos claves políticas más de rabiosa actualidad. Erik sale del ‘hotelito de los líos de Santa María’, que diría el añorado maestro Fernando Arévalo. Erik Domínguez, 8 meses después, dimite como concejal del Ayuntamiento de Jaén. Un apaño circunstancial de listas en las últimas elecciones municipales, por si sonaba la flauta de Diputación y dado el deseo de no abandonar la corporación provincial del alcalde bailenense y coordinador provincial del partido, Chiqui Camacho, que concluye con sentido de antelación y por la puerta de servicio. ¿Qué pintaba el máximo mandatario del PP de Jaén, presidente de la Comisión de Presidencia del Parlamento andaluz, de insustancial concejal de relaciones institucionales en el gobierno capitalino de coalición? ¿Cohabitación insufrible con JM+, para más inri? Vicente Oya, cuentan, se erige en la mayor garantía de diálogo fluido con el dúctil cabeza de lista del partido localista, Manuel Carlos Vallejo, e incluso de coordinación imposible con la temperamental María Espejo, concejala de Festejos, a la que relegó, a través del área de Turismo, sorpresivamente, en la organización del concierto de Manolo García. Dos. A propósito del supuesto ‘conseguidor’ en una nueva trama de tráfico de influencias para la compra de mascarillas en plena pandemia, asesor del ex ministro José Luis Ábalos. Santos Cerdán, padrino político del bedmarense Juanfran Serrano, fue quien trajo a Madrid a Koldo García, investigado y en libertad provisional, y vio como éste, cuando surgió la guerra por el control de Ferraz, se pasó al bando de Ábalos. En la impagable escuela superior política de Juanfran no paran de sucederse las lecciones de supervivencia. “Dices tú de mili, tito Paco”.