Mediodía en la provincia de Jaén

Juan Francisco Villar

Fiestas de máscaras

La opinión de Juan Francisco Villar


El próximo fin de semana se celebrará el carnaval en todos los pueblos de nuestra provincia. Pero yo no voy a hablar de carnaval. Voy a hablar de dos fiestas de máscaras de dos localidades distintas y que se celebran en dos momentos distintos del año. En los dos casos se trata de localidades de la comarca de la Loma.

Las primeras máscaras de las que hablaré serán las de Torreperogil. Sí, ya sabemos que se trata del carnaval. Pero es un carnaval que tiene la peculiaridad de que cuando, durante la dictadura franquista, se prohibió, siguió celebrándose año a año. La gente no hablaba de carnaval puesto que estaba prohibido. La gente iba a las máscaras. El pregonero salía informando que estaba prohibido celebrar el carnaval y la gente, disfrazada como “mascarote” salía detrás de él mientras el alcalde no se daba por enterado. Cumplía con su obligación de informar, pero no perseguía a quienes se disfrazaban y pasaban la tarde por las calles, disfrazados de “mascarote”, al grito de “¡Qué torpe eres, que no me conoces!”. Todo con la condición de que nadie tuviera cubierta la cara después del anochecer. Posiblemente por eso el carnaval torreño es uno de los que menos imitan al carnaval de Cádiz y siguen manteniendo el tradicional “mascarote” y sigue siendo un carnaval de tarde, que llena las calles de gente disfrazada a la hora de la siesta, y no en las horas finales del día. A partir de las 9 de la noche, la fiesta seguirá en los bares, pero no se verá el gentío que podréis ver a las 5 de la tarde.



Las otras máscaras nada tienen que ver con el carnaval y tampoco se celebran en esta época. La otra es la fiesta de mozos, de Rus. Es una fiesta de máscaras, cargada también de “mascarotes”, que se celebra el penúltimo domingo de septiembre. Pero lo más curioso es que la fiesta, que se remonta a finales del siglo XVII, es como si juntáramos en el mismo día el “Corpus Christi” y el carnaval. Entre los años 1678 y 1693 sufrió Rus una epidemia de peste bubónica, dicen que por unas ropas infectadas que llevó un marchante de Baeza, que dejó su población en apenas un 10%. Afectó especialmente a los mozos, de ahí su nombre. Desesperados decidieron sacar en procesión la custodia para pedir a Dios que acabara con la epidemia. Y, para que la muerte no los pudiera reconocer y llevárselos, decidieron ponerse unos trapos que les cubrieran la cara.