Piedra sobre piedra. Y sobre piedra, una. La primera piedra. La piedra filosofal. La madre de todas las piedras. La piedra de toque, común entre joyeros para detectar la falsa monea. La consecuencia directa de ser coherente al frente de un gobierno, el de la Junta, que es liberal y de derechas, privatiza que algo queda, y la inconsecuente incoherencia, la paradójica propensión de un gobierno local, el de Jaén, socialdemócrata por definición -sobre el papel, el sufrido papel de las ideologías manifiestamente maleables-, que cede terrenos propios –junto a la Diputación- al ejecutivo autonómico, auspiciando la concreción de la largamente demandada Ciudad Sanitaria, pero también favorece la construcción –sin sonrojo, ni complejo de traidorzuelo rojeras-, en parcela municipal del Bulevar, donde se ideó el emplazamiento del nuevo instituto de Secundaria, del primer centro hospitalario privado de referencia. Otra de las recurrentes iniciativas nacida en el privilegiado coco del Rey Midas del emprendimiento autóctono, Fulgencio Meseguer, quien, desde que es rico y tiene fundación, cada día brilla más en el firmamento ojiplático jaenero: la incubadora de proyectos talentosos en el antiguo Vivero de la Cámara, los autobuses turísticos ‘Lagarto Tours’ y además, ahora, más que más, y esto no ha hecho más que comenzar, hasta un hospital en el Bulevar… Un no parar sobre el que el alcalde Julio Millán, rendido a la evidencia del mérito y la capacidad, no puede hacer otra cosa que allanarse y subsumirse entusiásticamente.
Comoquiera que hay una gran oportunidad en cada crisis, y eso no lo dijo Fulgencio Meseguer, ni siquiera Julio Millán, sino Albert Einstein, que toda crisis encierra una oportunidad pintiparada de negocio, que el coronavirus fulminó a Keynes y trajo consigo un nuevo modelo de entender la sanidad pública, la constructora Algarsa-Noaja, a instancias del grupo inversor que compró al Banco Popular los despojos del otrora hotel de cuatro estrellas de ‘La Imora’ –aquellas volutas de puros y sueños compartidos en la Fuenmayor, de torreño a torreño, entre Diego Jiménez y Marquitos Gutiérrez-, se afana en estos días en transformar a velocidad de vértigo el complejo turístico de la carretera de Córdoba en un flamante, moderno y funcional hospital privado. Y metropolitano. Luego, cuando el grupo parlamentario del PSOE en el antiguo hospital de las Cinco Llagas, con la insumergible Ángeles Férriz a la cabeza, vitupere a la paisana Lina García a propósito de esa demoniaca tijera neoliberal que hace cada vez más complejo el sostenimiento de una oferta de sanidad pública de calidad, los amantes de la hemeroteca –piedra, papel, tijera- sacarán a relucir aquellas primeras externalizaciones sanitarias de los 80 y los 90, en tiempos de Mateo Herrera y Gaspar Zarrías: “Lo que tú digas, Gaspar” –centros concertados de diagnóstico y radiología de capital privado en los que conciliaban dádivas y terminaban cogiéndose de las solapas en el pasaje Nuyra conocidos prohombres de la Jaén de entonces, desde presidentes colegiales a concesionarios de automóviles: “A mí no me robas más, hijo de puta”-, con el Gobierno andaluz todavía en mantillas y un despampanante PSOE al que no se lo ponía el sol.