En este mundo caótico y gañán, donde todo se contabiliza primero para contarlo después, cada vez más a menudo las cosas no son como deberían ser, sino que se precipitan y suceden sin orden ni concierto alguno. Así, despropósito tras despropósito, lo zafio y lo burdo inundan de impureza y chabacanería cualquier hecho cotidiano hasta convertirlo en esperpento. Cualquier tradición transmuta, cualquier moda se expande y se ensaña con nuestro acervo patrimonial, mimetizándose camaleónicamente con antiguos ritos y costumbres ancestrales, apropiación cultural lo llaman.
Semana Santa, 2025. Horror vacui. Nada que celebrar. En la antigua región de Judea siguen masacrando al pueblo palestino igual que hace dos mil años, en aquella época bajo el poder del Imperio Romano, hoy en día con el beneplácito del imperialismo estadounidense. Entonces, Poncio Pilatos se lavaba las manos mientras el pueblo moría de hambre o ejecutaban a malhechores y bienhechores; hoy, Trump se lava el pelo, mientras se asola un territorio en condominio y se aniquila a sus habitantes. La comunidad internacional contempla impávida tanta destrucción.
Semana Santa, 2025. Ecce homo. Entiendo que se celebren el nacimiento de Jesucristo y su Resurrección, pero no comprendo por qué se festejan tanto su pasión y muerte, por qué se exterioriza el sufrimiento y el dolor con tanto desbordamiento. Desconozco por qué en el sur las procesiones se han convertido en cabalgatas coloridas y musicales, en un espectáculo muy alejado del arcano de antaño, del verdadero sentido del misterio Pascual. Pienso que debería ser un momento de introspección y recogimiento, un momento de oración y arrepentimiento, un momento de respeto y reflexión. De hecho, conozco a mucha gente que vive y siente este momento religiosamente, con verdadera devoción católica. Gente que entiende una procesión como una profesión de fe y una manifestación intensa de su credo.
Semana Santa, 2025. Vanitas vanitatum et omnia vanitas. Aborrezco ese exhibicionismo exacerbado de sentimientos y emociones, la mayor parte de ellos de cara a la galería. Una cosa es fervor y otra postureo. Se sigue generando una nueva estética, un new look que refleja el zeitgeist actual, o sea, el espíritu de unos tiempos nada espirituales. Hoy más que nunca los trajes de chaqueta, los modelitos uniformados de costaleros y nazarenos a los que no les falta detalle, imágenes y tronos decorados profusamente hasta un barroquismo extremo, costosas bandas musicales con su virtuosismo tamboril y trompetero, dimes y diretes de recorridos entre bares y terrazas llenos hasta los topes, rivalidad entre cofradías en los mentideros. Religiosidad popular rayana en la locura, si hasta hay álbumes y cromos de vírgenes y cristos, el no va más de la mercadotecnia. Supongo que Jesús expulsaría a los mercaderes de sus templos otra vez.
Semana Santa, 2025. Totum revolutum. Alcalde y obispo, con sus respectivas varas de mando, procesionan juntos, que no revueltos, pisando cera derretida y sueños postergados. Las Españas de los poemas “El mañana efímero” y “La Saeta”, de Antonio Machado, conviven discordantes y desacompasadas, sin nadie que marque el paso ni huellas que seguir en un mundo lleno de hojas de ruta trazadas. Conviven el Cántico espiritual ascético, del místico San Juan de la Cruz y el Cántico espiritual social, del humano Blas de Otero. ¿San Juan de la Cruz? Una imagen surrealista atraviesa mi mente, la del cuadro del Cristo de Dalí, que siempre he asociado con el poema “El Cristo de Velázquez”, de Unamuno.
Semana Santa, 2025. Panem et circenses. Gastos fastuosos, nada a precio de coste, todo cuesta más de lo que vale. Muchos negocios hacen su agosto en este abril. Diáspora vacacional vs exilio interior. Calles vacías y centro tumultuoso, ver y dejarse ver en este valle de lágrimas por las lluvias de abril. Cumbres aún nevadas y fresco matutino, con la catedral como cruz de guía de los impenitentes olivos que ya apuntan otra cosecha que quizás unja de óleos nuestro viacrucis diario.