Aurea mediocritas

Nacho García

Tórrido y sórdido

Hay gente que confunde a menudo el significado de los adjetivos tórrido y sórdido

Tórrido significa “ardiente o muy caluroso”. Últimamente es un adjetivo muy utilizado, junto con tropical, abrasador o sofocante para referirse al tiempo estival, sobre todo en los espacios televisivos, los cuales inundan la pantalla con mapas de alertas y alarmas, repletos de colores cálidos en una gama que va del rojo intenso al amarillo chillón, y avisan de los índices de radiación ultravioleta, aumentando aún más si cabe la sensación de calor y agobio. La prevención es fundamental y los avisos se agradecen, pero de ahí a convertir el calor en un monotema y en el tópico recurrente de cualquier conversación, pues resulta exagerado, no sé si contraproducente. Y es que hoy en día, importa más cómo se cuenta la realidad (cuanto más exagerado, mejor, todo siempre más) que la realidad en sí misma. Parece que nunca hubiese hecho calor en esta época del año. Es cierto que la serie histórica muestra que los registros son extraordinarios, pero no es menos cierto que, aunque lo repitan hasta la saciedad, no hace más calor del que hace ni se puede sentir más calor del que se siente.

Ya hace un siglo, Juan Ramón Jiménez describía la siesta de julio como “ascua violenta y ciega” y Antonio Machado hablaba de cómo “sobre los agrios campos caía un sol de fuego”. Haría tanto calor como ahora, aunque no hubiese registros ni tantos reporteros que lo contaran tan pormenorizadamente. Incluso la sensación de calor sería más persistente por la inexistencia de ventiladores ni aire acondicionado que mitigaran los rigores caniculares, ni tampoco la existencia de agua corriente para ducharse (vete a la fuente o al río) o de frigoríficos que enfriasen bebidas o conservasen alimentos (sólo fresqueras o alacenas). Entonces, sólo se podía cerrar las puertas a cal y canto y desenrollar esterillas de esparto en las ventanas, beber agua fresca en botijos y por las noches, sacar las sillas “a la fresca” y la lengua a pasear, calentando el ambiente con chismorreos y chafardeos. Historias vivas.



Sórdido significa “impuro, indecente o escandaloso”. Desgraciadamente es un adjetivo bastante utilizado para referirse a las lamentables escenas de los bombardeos indiscriminados en Gaza o Ucrania, con miles de muertos y destrucción masiva. También se utiliza para avisar de duras imágenes de peleas cruentas, crímenes violentos o asesinatos macabros. Además, frecuentemente se aplica el término sórdido a los delitos (cohecho, malversación, prevaricación…) ligados a tramas corruptas, así como a los comportamientos viles e impúdicos de sus protagonistas. Siempre ha habido gente sin escrúpulos, sinvergüenzas que se aprovechan de la confianza depositada en ellos.

Cuando esto sucede en el ámbito público, lo sórdido se vuelve tórrido porque unos presuntos se arriman al sol que más calienta o arriman el ascua a su sardina, es decir, unos degenerados en posición de poder sacan provecho de la situación, en beneficio propio, sin importarles la ideología y renegando de sus ideales, si alguna vez los tuvieron. Al final, como Ícaro, se queman sus alas y caen, por obviar los consejos de Dédalo, quedando atrapados en su laberinto, dónde serán las víctimas propiciatorias de acechantes minotauros, bestias inmundas ávidas de despojos.

En fin, es normal que se confundan tórrido y sórdido, dos palabras esdrújulas y con esquema vocálico similar, así como con rima consonante. Ojalá nuestros dirigentes fuesen más próvidos (“diligentes, cuidadosos o previsores”) y sólidos en sus convicciones. No necesitamos representantes tan pródigos (“que derrochan en gastos inútiles, sin medida”) ni tan estólidos (“faltos de razón o discurso”). Basta de esdrújulas, realmente, pienso que la honradez y la honestidad (agudas) van en la persona, independientemente de su credo. De hecho, existen mandatarios sensatos y prudentes (llanas) que gestionan eficazmente.

Un último apunte, en invierno podría pasar lo mismo con los términos gélido y pérfido.