Detrás de la columna

Juan Manuel Arévalo Badía

Broche de oro

Conocer las causas de la discriminación por edad, (edadismo) incluso los llamados microedadismos, nos hacen empoderarnos como colectivo

Termina el Aula Abierta de Mayores de la UJA con un broche de oro que cierra el ciclo formativo de los seminarios como complemento específico de aquellas materias que suscitan el interés de los provectos estudiantes que se suman al saber permanente. Utilizo la palabra provecto para contraponerla precisamente a la temática que el profesor Juan Manuel de Faramiñán ha expuesto acertadamente durante cuatro semanas en esta ágora sobre Edadismo y Andragogía. Según la RAE provecto es definido como: persona mayor; pero inmediatamente aparecen los sinónimos de anciano, viejo, vetusto. Sin embargo, cuando nos fijamos en la entrada “mayor, solo en la tercera acepción hace referencia, a:” Dicho de una persona. Entrada en años. de edad avanzada”. Me temo que todavía las materias impartidas en este seminario y sus conceptos no han llegado a nuestra Academia de la Lengua. Conocer las causas de la discriminación por edad, (edadismo) incluso los llamados microedadismos, nos hacen empoderarnos como colectivo para seguir manteniendo un papel activo en la sociedad. Poner en relieve que somos una generación que ha tenido la suerte de vivir en dos siglos diferentes, haciendo frente a los grandes cambios sociales y científicos, hecho este que no se producirá hasta dentro de otros cien años. Un alumnado que pertenece en su mayoría a la generación “boomers, nacidos entre 1945 y 1964 con la conciencia de que las cenizas del tiempo que blanquean nuestras cabezas nos hacen considerar que ser mayor es un proyecto de vida, de futuro, que nos hace ver que nuestra realidad es otra frente a los que piensan que están llegando al principio del final. Se hace necesario desarrollar proyectos de formación tanto en adultos como en nuevas generaciones que detecten y definan los estereotipos vejatorios sobre la edad de manera que se alcance un cambio de paradigma en el que se reivindiquen los derechos de los mayores, erradicando la denominada “exclusión por edad”. El avance se ha de acompañar con la creación de órganos específicos que se ocupen de la atención y defensa de las personas mayores. Desde una Secretaría de Estado, pasando por órganos mas cercanos en los Ayuntamientos, con concejalías propias y/o defensor del mayor. Pero para recoger, hay que sembrar. Una educación adecuada mediante la andragogía, nuevo término metodológico para enseñar al colectivo de mayores en el que el educador es facilitador y orientador, con intercambio de experiencias y de roles de educandos y educadores. En definitiva, se pasa de la verticalidad docente del pedagogo a la horizontalidad entre el andragogo y el adulto. En todo este proceso es fundamental la relación intergeneracional, que origina beneficios entre ambas partes. Para los mayores, aumento de la autoestima y ampliación de saberes y para los jóvenes un aprendizaje de manos de la experiencia; de relativizar lo que pasa en las redes sociales y madurez para afrontar las realidades de la vida. Tras cinco días de intercambio de alumnos universitarios mayores en los claustros salmantinos, me quedo con el pensamiento de mi querido D. Miguel de Unamuno: “Deberíamos tratar de ser los padres de nuestro futuro en lugar de los descendientes de nuestro pasado”.