Las lluvias de las últimas semanas han aliviado en parte la preocupante situación hídrica de la mayoría de zonas de la provincia de Jaén. No obstante, la situación es aún mala dado el bajo nivel que siguen manteniendo los embalses de cabecera como el del Tranco. Estos pronósticos señalan que habrá una reducción significativa de la disponibilidad de agua en el futuro, además de una mayor frecuencia e intensidad de fenómenos climáticos extremos como la ya comentada sequía o lluvias torrenciales e inundaciones.
Ante estas profecías científicas ¿Nos estamos preparando para compensar ese descenso de recursos en una provincia con 66 millones de olivos que necesitan un aporte regular para producir su cosecha? A la vista de los resultados de las dos últimas campañas, la respuesta sería que no, dado que estamos sufriendo una merma muy importante de los ingresos que se generan en una temporada media de recolección de aceituna. Y vamos teniendo experiencia para comprobar que al decretar recortes en períodos como el que atravesamos de falta de lluvias, siempre se sigue una prelación: primero se reduce el agua para la agricultura, luego la industria y en último lugar para consumo humano. ¿Cómo podemos evitarlos o al menos aminorarlos? La resolución de esta pregunta tiene pocas alternativas. Una, la de construir más embalses. Pero aquí observamos que el problema que arrastramos en estos años es de agua, pues los embalses están vacíos. No obstante, el pantano proyectado de la Cerrada de la Puerta en el término municipal de Pozo Alcón vendría a aliviar la situación del sobreexplotado acuífero de La Loma en la zona de Úbeda. Otra sería el uso de aguas residuales mediante la depuración de lo que llega al alcantarillado para utilizarlo en agricultura. Por el momento el porcentaje de reutilización de las aguas residuales en el conjunto de la provincia es manifiestamente mejorable y no podemos seguir perdiendo el tiempo pues hay que reutilizar hasta la última gota de agua allí donde se pueda.
Por último, otra salida sería la eficiencia que nos permita rebajar la demanda y sobre todo consolidar la zonificación de riego antes de seguir aumentando las hectáreas que a futuro no podrán regarse. Si hablamos de que hay que reducir demanda, todos los agentes implicados deben hacerlo, el agrario es el mayor usuario, por tanto, su ahorro ponderado será lógicamente mayor. La provincia ha hecho un gran esfuerzo inversor en mejorar la gestión de un recurso escaso, pero hay que seguir por esa senda incorporando toda la capacidad de utilización óptima del recurso y empezar a pensar en el agua como un elemento más de la economía circular para que no se desperdicie ni una sola gota.
Por otro lado, habrá que ir analizando y a posteriori discriminando positivamente por rentabilidad social a los diferentes cultivos que necesitan del agua, ya sea embalsada o regenerada, que dicho sea de paso son todos. Las necesidades hídricas de su cultivo, qué empleo generan, su aportación al PIB provincial o andaluz, el mantenimiento de la población en el medio rural… Y aquí el olivo estaría muy bien posicionado al ser un árbol del ámbito mediterráneo y mejor adaptado a lo que nos viene. No es de recibo desembalsar miles de metros cúbicos del Tranco para inundar arrozales, arroz, que menos masticarlo… todo lo tiene mecanizado.