La mayoría de las políticas que se aplican en nuestro país y por ende en nuestra tierra, son reactivas. Hasta el punto que los mayores avances sociales y laborales han venido tradicionalmente de la mano de esta forma de hacer política. En principio esto no debería ser un problema demasiado grande, ya que a fin de cuentas se aplican medidas para corregir situaciones en las que hay algún déficit.
Sin embargo si solo se reacciona cuando suceden las cosas, estamos desechando la mejor de las políticas: la prevención.
La catástrofe de Valencia posiblemente será un punto de inflexión en cuantas materias se quiera, desde técnicas constructivas hasta sistemas de socorro frente a emergencias climáticas, pasando por las medioambientales y espero que también, el urbanismo.
Leí hace tiempo que los conquistadores españoles no entendían por qué los nativos de algunas zonas de América, no construían sus casas en las zonas mas cercanas al agua y en cambio preferían vivir en las montañas. Cuando consiguieron hacerse entender, escucharon que lo hacían porque “a los ríos no les gustaba y se enfadaban”.
Como era de prever, la superior inteligencia de los descubridores desechó esta convicción pagana y comenzó a construir sus poblaciones cerca de los ríos, lo que les obligó a tener que reconstruirlo todo, en otro sitio, tiempo después.
Anécdotas aparte, nuestra capacidad de modificar el clima y no para mejor, nos lleva a tener que reconsiderar muy seriamente el urbanismo permisivo que se viene aplicando en determinadas zonas, convirtiéndolas en una trampa mortal para sus habitantes.