Las matemáticas no suelen fallar. Eso, al menos, es lo que nos aseguran desde tiempos inmemoriales los expertos. Entonces, si los números indican que la comercialización de aceite de oliva encadena un nuevo mes con magníficos datos, ¿por qué desde el sector se empeñan en dispararse al pie? Es algo surrealista que se siga jugando con el pan nuestro de cada día, con el sudor de la frente de los olivareros y con el futuro de un medio rural que, sobre todo en Jaén, depende del mayor bosque humanizado del mundo.
Ocho meses de campaña de comercialización en 2024 y ya se han superado las cifras del año pasado por estas mismas fechas. Más de 750.000 toneladas de la mejor y más sana grasa vegetal que existe a unos precios en origen que se mantienen estables sobre los 8 euros.
Con cada vez menos aceite de oliva en existencias y con una próxima campaña que se presenta buena, pero no para lanzar las campanas al aire, porque todavía queda por delante el caluroso verano y el otoño, que puede que no sea lluvioso, no es de recibo que haya voces que alertan de una drástica bajada del precio en origen del aceite hasta los 3 euros.
Cierto es que cada cual puede dar su opinión, puesto que en las cuestiones del aceite de oliva hay muchos cuñados y entrenadores de fútbol, pero hay que ser muy cautos con las declaraciones que se hagan, porque pueden causar un daño irreparable al sector olivarero.
A mi humilde entender no hay razones que justifiquen que el precio del aceite de oliva, en origen, tenga que bajar en los próximos meses. Hasta septiembre, cuando conoceremos el aforo oficial de la Junta de Andalucía, estamos en manos de una meteorología caprichosa que, si bien en la floración se ha portado, todavía tiene la última palabra. Porque no podemos olvidar que los olivos vienen de dos años duros de estrés hídrico y que pueden que no tengan fuerza suficiente para mantener la buena floración que se ha producido. Es decir, una vez pasado el verano es posible que muchas de las aceitunas que hoy en día vemos en los árboles dejemos de verlas por la propia naturaleza.
El sector sigue sin creerse su potencialidad y su capacidad de gestión. Sigue calibrando si es mejor vender todas las existencias a dos o tres euros o valorizar un producto que tiene la fidelización absoluta del consumidor. Los ejemplos de diferenciación por calidades y precios siguen cayendo en saco roto en lugar de emularlos. Y así estaremos a merced de agoreros que vaticinan tempestades en lugar de remar al unísono por el interés general de un sector que tiene un gran futuro por delante a poco que sepa gestionar unos precios razonables desde el origen hasta el consumidor. Ya veremos cómo evolucionan los acontecimientos.