El ruido invade y condiciona nuestra vida. El desarrollo industrial vino necesariamente acompañado del incremento del nivel de ruido; de hecho, en la actividad principal de nuestra tierra en estas fechas, la recogida de la aceituna, es el ruido de las máquinas el que determina el nivel de actividad. Ya no es posible pensar que hay actividad en un tajo si no suenan motores.
El beneficio de la mecanización en términos de productividad, ha sido extraordinario, pero también nos ha acarreado otros problemas, desde físicos hasta anímicos, y es que ya nadie habla en el tajo. Intentarlo implica comunicarse a gritos, nada que ver con la conversación pausada y constante que acompañaba, hasta no hace tanto, una de las actividades agrícolas más penosas.
Y sin embargo, no es este el ruido que más nos debe preocupar, porque a pesar de sus aspectos negativos, lo seguimos relacionando con actividad, generación de empleo y en consecuencia riqueza. El peor de los ruidos que padecemos tiene más que ver con la incomunicación que preside desde hace demasiado tiempo la vida pública, nuestra vida.
De la mano de las redes sociales (que son más redes, que sociales), el ruido que genera la desinformación está condicionando la opinión pública y se ha convertido en un arma infalible en manos de quienes tienen más interés en tenernos distraídos que en solucionar nuestros problemas.
Pretender que no halla líneas rojas para con nuestra historia más negra, la dictadura, comparar la actividad de un gobierno democrático salido de las urnas, con regímenes dictatoriales y que esto no provoque una repulsión ciudadana masiva, es la mejor prueba de lo rentable que resulta en política generar ruido, cuanto más mejor.
Que llevemos meses oyendo hablar de si el fiscal general filtró o no un correo de un delincuente confeso, en vez de censurar sin paliativos al que delinque, no es más que ruido.
Pero todos los ruidos no son iguales, ni siquiera en política, hay ruidos necesarios, como levantar la voz cuando quienes deben oír no nos escuchan, cuando quienes deben impartir justicia deciden que ellos son la justicia y cuando las verdades solo son proporcionales al interés de quien las cuenta.
Que dos de las mayores redes: X y Facebook, hallan decidido eliminar filtros sobre la veracidad de los contenidos que se cuelgan en las mismas, demuestra que han pasado de ser un instrumento para la comunicación a un negocio para generar ruido.
Con todo, el peor de los ruidos siempre es y será el de las bombas, el de las armas. Bienvenida la tregua en Gaza, ojalá sea duradera. ¿Para cuando el cese del ruido sobre Ucrania?