Ha comenzado la campaña de recolección de los aceites tempranos, los de máxima calidad. Los tajos se afanan a lo largo y ancho de la provincia, porque cada vez hay más cooperativas y almazaras que apuestan, de una manera firme y decidida, por el adelanto de cosecha y por la producción de los caldos más representativos de nuestro sector olivarero. Una campaña en la que los datos que destacan las administraciones con sus aforos, tanto Junta como Ministerio, van por un lado y lo que nos dicen los olivos va por otro. Y es que la sensación generalizada es que nos movemos en una cosecha media, pero tirando hacia abajo si no llegan las ansiadas lluvias. Precipitaciones que, de todas formas, no es que vayan a mejorar mucho lo que tenemos en el campo ahora mismo, porque el daño ya es irreversible, pero al menos sí nos servirían para garantizar que el olivo esté más o menos recuperado para la próxima campaña.
En cuanto al mercado, varias reflexiones. Estos aceites tempranos, como es lógico, tienen un precio diferenciado muy lejos de las medias que podemos comprobar semanalmente en el PoolRed. Pero, claro, a mediados de noviembre y, sobre todo, a principios de diciembre, comenzarán a producirse aceites de oliva virgen extra y virgen que también deben tener un precio más allá de los costes de producción. Como cualquier empresario que se precie, un olivarero se levanta todas las mañanas pensando en cómo elaborar el mejor producto posible para venderlo a un buen precio, siempre con el objetivo de obtener una rentabilidad. Creo que hasta ahí debemos estar todos de acuerdo.
Por ejemplo. Cuando uno va a un concesionario a comprarse un coche, el precio que marca en el escaparate es al que lo compra uno. Si lo quiere, ese es el precio que debe pagar. Si no, pues tan amigos y el coche se queda en su sitio. Cuando uno va a una tienda de moda, la ropa que está en los maniquíes o expuesta en las baldas, tiene un precio. Y si quieres llevarte una camisa, un vestido, un polo o un abrigo, pagas el precio que viene puesto en la etiqueta. Y así con todos los ejemplos que se nos ocurra. Bien, como es lógico, esos precios no sólo incluyen los costes de producción, sino también el beneficio del empresario.
Entonces, ¿cómo es posible que el aceite de oliva sea el único alimento, el único producto en el mundo al que le ponen el precio? Uno de los grandes compradores de aceite llega a cualquier cooperativa y le pone el precio al trabajo de otros, en lugar de que el propio sector defienda sus intereses y marque el precio que, como mínimo, debe cubrir los costes de producción, tener una rentabilidad aceptable para el productor y que sea asumible por el consumidor. Creo que el sector tiene una nueva oportunidad para afianzar y estabilizar un precio por encima de los 5 euros para el virgen extra que sea rentable para el olivarero y atractivo para un consumidor que sigue siendo fiel a la grasa vegetal más sana y saludable que existe. Otro año más, otra campaña más, ante el mismo conflicto de intereses. Al final, ya sabemos lo que pasará. Que unos pocos ganarán y que la gran mayoría se volverán a quedar compuestos y sin beneficios.