Régimen Abierto

Antonio Avendaño

El día que subestimé a Eslava Galán y luego ganó el Planeta

La crítica piensa que desde hace años el Planeta lo ganan novelas mediocres. No siempre fue así, como certifican ‘El busca del unicornio’ y ‘El jinete polaco"

El Grupo Planeta se ha dado un premio a sí mismo al premiar con el Premio Planeta al tertuliano del Grupo Planeta Juan del Val. No es la primera vez. Ya lo hizo hace un par de años al premiar a Sonsoles Ónega, que había ejercido como prometedora periodista antes de vender su alma al diablo del dinero colgando los hábitos del oficio para entregarse al muy rentable negocio del chismorreo nacional. Sorprende que el Premio Planeta conserve todavía alguna credibilidad como tal premio, pero así es: decenas de miles de lectores y lectoras compran cada año la novela merecedora, según el sabio criterio de un jurado, del millón de euros con que el grupo editorial consagra financieramente a su autor.

El Premio Planeta de Novela no siempre premia, como este año, a tertulianos de derechas que escriben novelas de amor: la relación de ganadores desde que José Manuel Lara lo instauró en 1952 evidencia que a lo largo de su prolongada trayectoria ha venido otorgándose en muchas de sus ediciones a buenos escritores no siempre famosos y no siempre de la cuadra de Planeta. Las novelas ganadoras firmadas por famosos que ya lo eran antes de ganar el premio y quizá por eso lo ganaron, como Gonzalo Torrente Ballester, Camilo José Cela, Mario Vargas Llosa o Alfredo Bryce Echenique, no suelen figurar entre las mejores de sus autores literariamente hablando, aunque sí entre las más productivas económicamente hablando. En su día, los críticos no fueron muy benevolentes con ellos, pero seguro que el berrinche narcisista que se cogieron al leer las reseñas demoledoras de los periódicos se vio ampliamente compensado por el alegrón familiar que se llevaron sus esposas, hijos o maridos al ver el chorro de dinero que entraba en casa. Los buenos escritores nunca estuvieron sobrados de dinero, así que harán muy bien en tener a la familia Lara en los altares.



La crítica suele coincidir en que desde hace bastantes años el premio Planeta suelen ganarlo novelas más bien mediocres. No siempre fue así. Y no siempre sus ganadores lo fueron por ser previamente famosos: al contrario, lo que los hizo famosos fue ganar el premio, ese premio que con los años iría devaluándose literariamente al tiempo que se revalorizaba económicamente.

Dos autores de Jaén demuestran que el Planeta no siempre fue lo que es ahora: Juan Eslava Galán lo ganó en 1987 con ‘En busca del unicornio’ y Antonio Muñoz Molina en 1991 con ‘El jinete polaco’. Buenas novelas ambas, buenos novelistas ambos. Ni el uno ni el otro eran conocidos cuando ganaron, sobre todo Juan Eslava: tan perfecto desconocido que uno o dos años antes de ganar el Planeta tuvo la mala ocurrencia de verse con cierto redactor jefe del Diario Jaén para proponerle la publicación en el periódico de una serie sobre los castillos de la provincia cuyo original dejó, el muy incauto, en manos de aquel malhechor que no solo no le publicó línea alguna de sus castillos sino que además ¡traspapeló los preciados folios de los que el pobre Eslava tal vez no tenía copia! Del imperdonable extravío sería consciente el periodista bandido mucho más tarde, cuando alguien en nombre del escritor se pasó por la Redacción para reclamar inútilmente el original.

Como quizá haya sospechado el malicioso lector, el nombre de aquel criminal literario era Antonio Avendaño, el mismo que cobardemente guardó silencio durante años sobre el bochornoso incidente, intentando en vano salvaguardar el prestigio, absolutamente imaginario, de su criterio como buen catador de textos. El de Eslava debió ojearlo por encima para, sin mayor detenimiento, arrinconarlo en algún cajón cuyo contenido debió vaciar más adelante. Lo peor, sin embargo, para la honrilla del autor de esta frágil columna es que a Juan Eslava Galán habrían de darle no mucho tiempo después de este incidente el Premio Planeta, cuando todavía el Grupo Planeta no había adoptado la estrategia comercial de darse el premio el sí mismo.

Como los delincuentes a quienes remuerde incesante su conciencia, me he decidido al fin a confesar aquel doble pecado de antaño -mi fechoría como custodio y mi ceguera como lector- pensando que sería un buen gesto hacerlo en un periódico de Jaén, ya que fue en otro de esta ciudad donde se cometió el ilícito literario aquí sucintamente relatado.

¿Yerra el jurado del Planeta al premiar a un tertuliano y sin embargo novelista? ¿No errará más bien este cronista al dar por sentado que polemizar en los platós y escribir buenas novelas son actividades excluyentes? Dejemos tan arduas cuestiones para otro día y concluyamos felicitando a don Juan del Val, deseándole grandes éxitos en su carrera literaria y financiera, pero advirtiéndole, eso sí, de que tenga buen cuidado de no dejar jamás ningún original en manos de según qué tipos.