Régimen Abierto

Antonio Avendaño

Tres tipos con olfato para el miedo

Trump, Putin y Netanyahu han detectado el miedo de Europa a plantarles cara, como supo olerlo Hitler en los años 30, aunque este a la postre errara cálculos

Donald Trump, Vladimir Putin y Benjamin Netanyahu han recuperado un modo de hacer política que, al haber sido derrotado en la II Guerra Mundial, supusimos que jamás regresaría a los países regidos por el poder del voto popular. Entonces todo el mundo estaba más o menos de acuerdo en llamarlo fascismo, mientras que hoy no acabamos de encontrar la palabra para definir el pestilente estilo de gobernar de estos tres tipos, consistente básicamente en hacer lo que creen que tienen que hacer aunque eso que hacen vaya algunas veces en contra la religión, muchas en contra de la ley y todas, absolutamente todas, en contra de la decencia. Ninguno de ellos cree en un infierno situado en el más allá; lógico: de sobra saben que el verdadero infierno está aquí y son ellos.

De los tres puede decirse sin mucho margen de error que son unos sinvergüenzas y unos desalmados, pero también que han llegado adonde han llegado porque millones de sus conciudadanos consideran que ni son sinvergüenzas ni, mucho menos, desalmados, o si acaso que lo son solo un poco, lo suficiente para hacerse respetar en este mundo dominado por la dictadura de “las tías, los ecologistas y los maricones”.



El sagaz forista polaco Stanislaw Jerzy Lec escribió: “¡Ay de los tiranos que creyeron que no eran lo que eran!”. Putin puede que sí, porque a muchos rusos les gusta que lo sea, pero seguro que Trump y Netanyahu no se consideran a sí mismos unos tiranos. Cuando se miran al espejo no ven a un cuñado, que es lo que es Trump, o a un genocida, que es lo que es Netanyahu: ven a un hombre de Estado, ven a un tipo que tienen lo que hay que tener para hacer lo que otros hubieran querido hacer pero no atrevieron por falta de determinación, de visión, de pelotas.

Los tres tienen o creen tener una visión y están dispuestos a todo para hacerla realidad. En eso se parecen a Hitler. Y tienen también otra cosa: un agudísimo olfato para detectar el miedo de los demás a kilómetros de distancia. Donald Trump, Vladimir Putin y Benjamin Netanyahu han olido el miedo de Europa, como supo olerlo Hitler en los años 30, aunque el líder nazi llegó tan lejos que despertó el coraje de quienes no creían tenerlo. El trío mundial de la benzina todavía no ha despertado el nuestro.

La manera en que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, sucumbió durante la negociación de los aranceles debió confirmarle a Trump lo que ya su olfato animal le había adelantado, que Europa le tenía un miedo cerval. Así, Trump descubría lo que Putin sabía perfectamente desde hace años: que a Europa le tiemblan las piernas cuando imagina cómo sería plantarles cara. Igualmente, con la tibia reacción europea a la detención ilegal por parte de Israel de la flotilla solidaria mientras navegaba por aguas internacionales con destino a Gaza, Netanyahu ha visto confirmado lo que sin duda ya su olfato le había anticipado: que Europa le tiene miedo. El Gobierno español hace cuanto puede para que el miedo no se le note, pero sus esfuerzos son en vano: imposible ocultar cuánto teme, y seguramente no sin razón, a Netanyahu.

El mismo Stanislaw Jerzy Lec escribió también: “No abras nunca tu puerta a aquellos que, de todas formas, la abrirán sin tu permiso”. Donald Trump, Vladimir Putin y Benjamin Netanyahu ya están dentro de nuestra casa: el ruso con sus tanques, sus drones y sus hackers; el americano con sus aranceles, sus Facebook y su OTAN; el israelí con sus Aznar, sus Abascales, sus Ayusos.