En Jaén hay cosas que nunca fallan: el aceite, el calor en agosto y que, cuando menos te lo esperas, se vaya la luz. Lo del barrio Baceba de Huelma no ha sido una excepción, sino más bien un recordatorio pedagógico. Una clase magistral de cómo las grandes eléctricas nos enseñan, año tras año, quién manda aquí.
Porque el apagón no es solo eléctrico: es institucional, político y, sobre todo, mental. Se va la luz y lo primero que pensamos no es “¿quién responde?”, sino “bueno, ya volverá”. Y mientras vuelve, si vuelve, el pueblo parado, comercios cerrados, mayores sin calefacción, sin oxigeno, y vecinos mirando al cielo como si el problema fuera meteorológico y no empresarial.
La pregunta incómoda siempre es la misma: ¿quién les mete mano a las eléctricas?
Respuesta corta: nadie. Desde el miércoles a las 15,30 hasta el jueves a la 11,30 se sintieron iluminados.
Respuesta larga: nadie con poder suficiente, ganas reales y sin aspiraciones futuras en un consejo de administración.
Porque ahí está el verdadero truco de magia. Las eléctricas no solo iluminan hogares, también alumbran carreras políticas. Hoy regulas, mañana legislas, pasado mañana opinas en tertulias… y al final acabas sentado en una silla giratoria, con dietas muy estables y cortes de luz muy lejanos. Casualidades de la vida.
Mientras tanto, los pueblos de Jaén juegan a la ruleta eléctrica: hoy Huelma, mañana quién sabe. Y siempre con el mismo guion:
—“Es una incidencia puntual.”
—“Estamos trabajando en ello.”
—“No volverá a ocurrir.”
Spoiler: vuelve a ocurrir.
Lo más fascinante es que estas empresas son gigantes cuando facturan, pero se vuelven invisibles cuando fallan. Nadie da la cara, nadie asume responsabilidades y nadie paga las consecuencias. Eso sí, la factura llega puntual, con luz o sin ella. Porque cortar el suministro no implica cortar el cobro. Eso jamás.
¿Y quién puede contra estos gigantes?
Pues, de momento, las instituciones publicas, ni una ciudadanía que se ha acostumbrado a vivir en la queja resignada. David contra Goliat, pero sin honda, sin armadura y con la linterna del móvil al 10% de batería.
Así que aquí seguimos, en Jaén, tierra de sol… pero no siempre de luz. Esperando que algún día alguien decida que la electricidad no es un favor, sino un servicio esencial. Y que gobernar no es prepararse el currículum para el consejo de administración de la empresa a la que hoy “no se puede molestar”.
Hasta entonces, por si acaso, vayan cargando las velas.