Palomos de papel

Manuel Palomo

Agárrense, que ahora vienen los milagros (o los sustos)

Jaén ya tiene presupuesto

Atención, noticia histórica: Jaén tiene presupuesto. Sí, sí, puede reírse, pero es verdad. El Ayuntamiento ha logrado lo que algunos consideraban imposible, otros improbable, y la mayoría… sinceramente, ya ni se acordaba que existía. Y todo gracias a un héroe inesperado: el concejal Lechuga, también conocido como “el único que sabía dónde estaban los números”.

En un mundo municipal donde siempre faltan manos, recursos y fotocopiadoras que funcionen, Lechuga ha conseguido sacar adelante un presupuesto él solo. Tan solo que si esto fuera una película, él sería el protagonista, el guionista, el director y hasta el que pone las sillas en el estreno.

El presupuesto explicado para humanos (no para técnicos en Finanzas Celestiales). Basta ya de hablar de capítulos, anexos y palabras que suenan a hechizos de brujos. Lo importante es: ¿qué va a notar el vecino de Jaén cuando salga a la calle?



Pues atención a las delicatessen presupuestarias:
Partida para arreglar calles que ya parecían paisajes lunares. No todas, que tampoco estamos para ficciones, pero algunas sí. Las suficientes para que los amortiguadores de los coches no sigan pidiendo la baja laboral.

Dinero para parques infantiles, porque había toboganes que estaban tan inclinados que no sabías si era un juego o un experimento de física cuántica.

Más presupuesto para limpieza, que falta hacía. Ya había zonas donde las hojas se estaban organizando para pedir representación sindical.

Y la joya de la corona: pagar deudas atrasadas, algunas tan antiguas que podrían haber salido en la serie Cuéntame.

Vamos, que esta vez las partidas se entienden. No hacen falta dos másteres para interpretarlas.

El método Lechuga: sudor, números y posiblemente un pacto con el diablo
Fuentes internas aseguran que Lechuga ha trabajado tanto que ya es oficialmente un mueble más del Ayuntamiento. Algunos juran haberlo visto consultando tablas contables mientras comía un bocata de la manchega. Otros cuentan que en Hacienda se escucha a veces un susurro “total corriente, total corriente…” aunque no haya nadie en la sala.

Pero lo indiscutible es que el presupuesto está ahí. Firmado. Sellado. Vivo. Y eso, en Jaén, es casi materia de estudio científico.

¿Y ahora qué? ¿A qué se enfrenta Jaén con presupuesto en la mano?

Invitaría a una ronda de botellines, si pudiera sentarlos en una mesa juntos y poder oír lo que hablan Manuel Bonilla ultimo concejal que consiguió sacar un presupuesto y Francisco Lechuga el presupuestero mayor del reino de Jaén.

Ahora viene lo difícil: hacer cosas. Porque mientras no había presupuesto, el Ayuntamiento podía decir “no se puede”. Ahora ya no. Ahora toca: arreglar lo prometido, gastar lo aprobado, y justificar lo gastado sin que tiemblen las columnas del edificio consistorial.

Y claro, los vecinos… pues también van a exigir. Porque cuando te dicen que hay dinero para limpiar más, uno espera que las calles huelan a colonia, no a periódico húmedo. Y si hay dinero para arreglar calles, pues oye, igual esperamos poder circular sin necesidad de GPS para esquivar baches.
Eso sí, antes de que Jaén pueda empezar a saborear las mieles de este presupuesto, queda una pequeña formalidad: la aprobación definitiva por parte del Ministerio de Hacienda, dirigido por la implacable Sra. Montero.

Porque ya se sabe, en esto de las cuentas públicas, no basta con que un concejal se desvele entre papeles y números, sino que hace falta que alguien más allá de Jaén —con bata blanca y lupa en mano— dé el visto bueno. Esperemos que doña Montero ministra de la cosa, con su Andalucía para adelante y buen talante, no tarde en firmar ese OK que convertirá en realidad el sueño presupuestario jiennense. Porque, al fin y al cabo, tener presupuesto es bonito, pero tenerlo aprobado… eso sí que es de verdad.

Conclusión:
Jaén entra en una nueva era, y si no lo aprueba ya sabe Lechuga erre que erre y sigue en su palabra dada... Se va.

La ciudad ha vivido tanto tiempo sin presupuesto que esto ya parece ciencia ficción. Pero es real, está aprobado y, si se cumple, Jaén podría notar el mayor cambio desde que inventaron el picadillo. Si todo va bien, quizás el Ayuntamiento acabe poniendo una placa que diga: “En este despacho, el concejal Lechuga hizo lo que nadie quería hacer: un presupuesto.”

Y si todo sale mal… bueno, siempre quedará la excusa clásica: “Es que el presupuesto no se ejecutó, pero oye, ¡tenerlo lo tenemos!”