En un magazine televisivo, de estos que parecen generar la atracción de la feromona de la estupidez y la banalidad, a una hora de las que llaman “prime time”, un reportero de RTVE desgranaba la noticia del último asesinato machista en el que una “mujer perdió su vida”. La utilización del lenguaje no es baladí. Invocar el eufemismo para no pronunciar el termino interdicto surge incluso del subconsciente; del fondo de memoria en el que la educación patriarcal gestiona los recursos lingüísticos con la orientación secular que debe y tiene, que permanecer. El término perder lo define la RAE como dejar de tener lo que se posee por culpa o descuido del poseedor o por contingencia o desgracia. Es decir, se establece una manera disyuntiva. Se puede perder algo por descuido o por desgracia. Yo puedo perder, por ejemplo, mi cartera, pero si me la sustraen, no es una cuestión disyuntiva: me la han robado en contra de mi voluntad. ¿Por qué la vida puede perderse según la información periodística en el caso de la existencia de violencia de género como causa? Es cierto que existe un compromiso en los trabajos informativos en su contribución a erradicar el cáncer social de la violencia de género, pero hemos sido testigos como hasta no hace mucho la prensa escrita se financiaba con anuncios de prostitución a la vez que denunciaban la violencia machista. La aprobación de la ley “Soló sí es sí” y en concreto una enmienda introducida en su texto, declara ilícita este tipo de anuncios. Pero también es cierto que los medios han sucumbido a la captación de audiencia para atraer inversión publicitaria, con magacines o reality shows en donde se reproducen estereotipos y vejaciones a las mujeres y su explotación. No tenemos más que recordar en la cadena del número cinco el programa Gran Hermano, denunciado por sexista y vejatorio, mientras difundían campañas contra la violencia de género como “12 meses, 12 causas”. Es de destacar los manuales de tratamiento informativo que durante la última década han realizado instituciones y organizaciones de mujeres y profesionales. A pesar de los evidentes esfuerzos nos encontramos con titulares faltos de rigor y es que la violencia de género requiere un conocimiento profundo de sus causas. Sigue sorprendiendo que se introduzca en la noticia que la víctima no había llamado al 016, o interpuesta denuncia, cuando más del 25% de los casos de asesinato machista se ven rodeados de un marco previo de violencia conocida por los entornos familiares o de amistad cercanos que guardan silencio. En cierta ocasión una periodista de radio manifestaba que a su colectivo no había que decirles como hacer su trabajo, opinión compartida por profesionales de su ramo. Sin embargo, parecen ignorar los efectos que las formas de revestir la noticia puedan tener en agresores, víctimas o en la sociedad en general. Por ejemplo, las cabeceras de las noticias no deben hablar de mujeres que mueren, sino de hombres que matan. Medios y periodismo tienen una función fundamental: ser transmisores de los valores fundamentales sobre los que se asienta la convivencia. Nada, nada, puede justificar tratamientos que perpetúen la forma mas antigua y cruel de dominación: la de los hombres sobre las mujeres.
Juan Manuel Arévalo Badía
Detrás de la columnaLos medios ante la violencia de género
Las cabeceras de las noticias no deben hablar de mujeres que mueren, sino de hombres que matan