En una columna atrás, aludía a las características objetivas que definían a este verano. Lo calificaba de tórrido y largo, pero, sobre todo, largo. Como los caminos en los que su final no se adivina y desazona, angustia y agota su recorrido. El verano ha sido especialmente trágico por el número de mujeres asesinadas, victimas de la violencia machista. Lo destaco con cursiva para que no quede oculto entre la maraña de letras que desgrano en esta columna. Hay un plan calculado por los movimientos de ultra derecha en toda Europa en el que se incluye la normalización de esta violencia, máxima expresión de la desigualdad de género. En España son gestos, o micro gestos que imponen allá donde gobiernan con el Partido Popular. Su ideología del conservadurismo machista es blanqueada por el Partido Popular, sin un solo reproche a su inacción o incluso sorna en algunas manifestaciones institucionales realizadas cada vez que una mujer es asesinada. Sus políticas avaladas por el Partido Popular en las que desaparecen organismos de igualdad, ayudas a asociaciones o eufemismos perversos de disolución de la denominación de violencia de género, para sustituirla por violencia familiar. En la mente del macho asesino se ha abierto una ventana de justificación; un absolvo social que en todo caso diluye el tanto de culpa, pasándolo a un grado menor. La reacción de las grandes protestas sociales de 2018 en contra de la violencia de género, ya no se ven. En los informativos solo nos queda la noticia, colada entre los desastres de guerra, o las ralas manifestaciones en puertas de Ayuntamientos, de las que se separa el partido del diccionario, sin ser recriminado por sus socios del PP. Han contaminado a la sociedad civil con el pernicioso virus de la normalización de la violencia de género. Un asesinato cada seis días de media y tras él se convoca la reunión del denominado Comité de Crisis para analizar los fallos en la cadena de protección a la asesinada. En la violencia de género hay que dejar de ser propositivos y pasar a resolutivos, porque a sus víctimas se les quita la vida, con el añadido del irreparable daño a los menores, estigmatizados por la sociedad, que en el mejor de los casos solo les mantiene la tutela hasta los 18 años. ¿Estos no son hijos de la patria, como las victimas del terrorismo, o es que acaso existe alguna distinción? Asesinar por la diferencia: política o de género. La educación forma parte fundamental, pero la ideología conservadora tiene su raíz mas profunda en la desigualdad, que debe ser mantenida para que impere el orden: su orden. El progreso es converger hacia valores que conduzcan a una mejor civilización y no hacia la barbarie, por eso la reacción se hace necesaria: de la palabra a los hechos.
Juan Manuel Arévalo Badía
Detrás de la columnaCrisis permanente
En la violencia de género hay que dejar de ser propositivos y pasar a resolutivos