El Expositor

Manuel Expósito

Memorialistas y desmemoriados

Cumplir y hacer cumplir la ley. El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, defendía, en las últimas horas, en un acto...

 Memorialistas y desmemoriados

Águila imperial cerro de la Cabeza.

Cumplir y hacer cumplir la ley. El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, defendía, en las últimas horas, en un acto en Vitoria, que una democracia como es España "no rinde tributos a los dictadores y a sus secuaces. Reivindicamos que una España con memoria es una mejor España". El genocida Queipo de Llano ya está fuera de la Macarena; su grandeza nobiliaria, extinta; los otros títulos honoríficos que glorificaron su papel de espadón mayor del ejército sublevado en el Sur durante la contienda 1936-1939, asimismo, en proceso de liquidación (Hijo adoptivo y Medalla de Oro de Andújar, 1939); pero todavía, aquí, en la provincia de Jaén, cuando, en el marco de un acto devocional extraordinariamente bello y popular, multitudinario y universal, muy antiguo y singular, de júbilos y rogativas, se consuma la bajada de la Patrona de la Diócesis, la Virgen de la Cabeza, y, tras dos semanas de gozosa presencia en la ciudad, de salves ininterrumpidas en su templo de Santa María la Mayor, durante todo este pasado sábado sus fieles se relevaban para llevarla de regreso al Santuario por el camino viejo, en volandas, más de doce horas de trayecto a pie, henchidos de fe, nuestra memoria selectiva prefería obviar los símbolos y mártires de la Cruzada “por Dios y por España” que todavía permanecen en el recinto mariano, como si allí el tiempo se hubiera detenido, conservando para sí, inalterables, determinados vestigios de la mistificada epopeya. El amor a la Morenita, incondicional e inconmensurable, no debiera impedir el respetuoso acatamiento de la norma.

“Artículo 35. Símbolos y elementos contrarios a la memoria democrática. 1. Se consideran elementos contrarios a la memoria democrática las edificaciones, construcciones, escudos, insignias, placas y cualesquiera otros elementos u objetos adosados a edificios públicos o situados en la vía pública en los que se realicen menciones conmemorativas en exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar y de la Dictadura. (…) 5. Cuando los elementos contrarios a la memoria democrática estén ubicados en edificios de carácter privado o religioso, pero con proyección a un espacio o uso público, las personas o instituciones titulares o propietarias de los mismos deberán retirarlos o eliminarlos, en la forma establecida en el presente artículo”. (Ley 20/2022 de Memoria Democrática).



Facciosos ambos, el capitán Santiago Cortés aguardó anhelante en el Cerro más de ocho meses a las tropas del virrey de Andalucía, Gonzalo Queipo de Llano, su única esperanza de liberación de un asedio en el que los más inocentes, recuérdese, estuvieron retenidos contra su voluntad. Ni que decir tiene que el suntuoso enterramiento en la basílica sevillana de la Macarena del que acaban de sacar al general golpista nada tiene que ver con la modesta cripta del Santuario de la Virgen de la Cabeza donde reposan los restos del mitificado mando de la Guardia Civil. Las comparaciones siempre son odiosas, pero la ley –bien lo sabe por honor el militar- está para cumplirse. “Dejen en paz a los muertos y céntrense en solucionar los problemas a los vivos”, proclamaba, procurando salirse socorridamente por la tangente económica, que tampoco, el nuevo líder de la derecha democrática de este país, Alberto Núñez Feijóo. A veces, empero, dejar en paz a nuestros muertos, a estas alturas de la civilización y de la Constitución de 1978, se traduce en perpetuar oprobiosos distingos entre vencedores y vencidos. ¿Cómo se aplicará la Ley 20/2022 en determinados reductos de la Jaén premeditadamente desmemoriada? No habrá debate ni pronunciamientos públicos altisonantes al respecto, desde luego, porque en la Jaén oficial que rinde tributo al olvido desde hace ya la friolera de 47 años, el mejor modo de no reabrir viejas heridas consiste en no hacer nada por cerrarlas definitivamente. “Deja las cosas como están, te recordaban entre lutos y plegarias cuando eras chico, Jaén fue retaguardia republicana”. Al culto a la muerte del franquismo, plagado de hitos laudatorios a héroes y gestas, sucedió en la Transición la testimonial y postrera recompensa a través de una ola de cambio en la denominación de calles y avenidas, de colegios y parques, que elevó a los altares laicos a figuras preeminentes de la política y la cultura patrias del exilio, manteniendo en la deshonrosa oscuridad del cuasi-anonimato, con más miedo que vergüenza, a infinidad de  represaliados del pueblo llano, sin crímenes de sangre -de alcaldes-coraje entre dos fuegos cruzados a maestros de escuela con lengua de mariposa, de sastrecillos valientes que sólo cortaban trajes a la medida del que menos tenía a zapateros remendones-protestones por la horma social que tanto les oprimía-, de los que siguieron hablando sus familiares en voz baja, como si todavía pesara sobre sus cadáveres alguna pena pendiente y el dictador no hubiera desaparecido de una vez. Sin ánimo de molestar u ofender a nadie, en mismo espacio y forma, quizá llegada es la hora de confrontar al águila franquista de la Victoria, que saluda al visitante en la explanada previa a la lonja del Santuario, ese otro monumento por erigir, en pos de la reconciliación verdadera, homenaje indeleble al reencuentro entre dos hermanos en armas, en trincheras enfrentadas, soldado y guardia civil, narrado en emotiva crónica por el reportero de Frente Sur, Miguel Hernández, “y se abrazaron llorando”. Al fin.