La chapa

Carlos Oya

Disculpa no válida

Lo primero que hace un alumno cuando lo pillas con una chuleta es soltarte un “Lo siento”. Por supuesto, de catear toda la asignatura no lo salva...

Lo primero que hace un alumno cuando lo pillas con una chuleta es soltarte un “Lo siento”. Por supuesto, de catear toda la asignatura no lo salva ni Poncio Pilatos pero yo quería incidir en lo absurdo de la disculpa cuando te han pillado con las “manos en la masa”. Lo que siente de verdad es haber sido cazado. Boris Johnson sin ir más lejos, un peine un voto, otro ya que de paquete cae bien. Lo pillan saltándose la estricta cuarentena haciendo lo que mejor saben hacer los ingleses después de escribir novelas policiacas y expoliar el Partenon, vamos, lo que es privar (un hombre,una botella). Pide perdón. A escasos días otra. Se organizan fiestas en Downing Street con el cadáver caliente (¿o es un muerto fresco?) del Duque de Edimburgo (consorte paquete) y otra vez se excusa. Digo yo que si tanto lo sintiera no se hubiera repetido este comportamiento inaceptable en reiteradas ocasiones. Las verdaderas y únicas disculpas válidas son las que salen “motu proprio” impelidas por tu propia conciencia y no por el instinto de supervivencia de salvar el culo cuando te pillan “in fragranti”, por seguir con los latinismos. Porque un “lo siento” no hace que el plato roto se recomponga. Porque decir “lo siento” muchas veces significa “siento hacerte esto pero lo voy a sentir mucho más si no te lo hago”. Porque la mayoría de las veces la locución “lo siento” es una expresión vacía hija de la inercia. Pero aquí de nuevo la palma se la lleva España y es que no solo somos unos hachas con Nadal. Ese rey que va de España a África como quien cruza de calle sin darse cuenta, que no sabe que un safari es una cacería y que mata un elefante sintiéndolo muchísimo (no sé como las lágrimas le permitieron acertar a un blanco tan difícil) para luego arrepentirse. Y ya luego los etarras que tras una reflexión tranquila meciéndose en la butaca y quizá viendo ponerse el sol les llega la ilumimación y se dan cuenta de que la violencia no era el camino , algo que se les escapaba cuando los sesos de sus víctimas les saltaban a la camisa tras el cerrojazo en la cabeza.