La chapa

Carlos Oya

Obra y autor

Tras la muerte de Mario Vargas Llosa he asistido no atónito pero sí con cierta irritación al menosprecio de su obra estrictamente literaria

Tras la muerte de Mario Vargas Llosa he asistido no atónito pero sí con cierta irritación al menosprecio de su obra estrictamente literaria (fundamentalmente desde izquierdistas recalcitrantes) por el odio a la trayectoria liberal del finado y no por las características intrínsecas de la misma. Vamos a ver, esto no va de dorar la píldora al laureado peruano. A uno no le puede gustar el escritor Vargas Llosa, como a mí me pasa con Benedetti, porque le aburre su literatura pero denigrar sus libros por lo que haya hecho o dejado de hacer en su vida es una majadería. Es como si un fontanero te arregla impecablemente el inodoro y luego te enteras de que es neonazi. Eso no va a hacer que el excusado se estropee de nuevo a menos que tengas fe en “El pensamiento mágico”. Pues con Vargas Llosa igual. Y eso que hablamos de ideas políticas estándares. Vamos a probar la regla con casos extremos: Caravaggio, asesino y sodomita, Polanski, violador de menores, Celine, delator de los nazis, Cela, censor franquista, William Burroughs, uxoricida, Herge , simpatizante del nazi Degrelle en su juventud. Por no entrar en la música rock: los Rolling, evasores de impuestos, Peter Townshend, de los Who, visitante ocasional de páginas de pornografía infantil, (afición que comparte con el batería de los “New pornographer” como me he enterado recientemente y no, no es broma), Ike Turner daba candela de lo lindo a Tina cuando era su esposa mientras que Chuck Berry entraba y salía de la cárcel como Pedro por su casa. Lou Reed, un auténtico gilipollas. Personalidades complicadas, actuaciones discutibles y obras maravillosas. También puedes ser mediocre artista y mala persona como Neruda (no, no me olvido del “Winnipeg”) que abandonó a su hija discapacitada y la describía como “vampiresa de tres kilos”, “punto y coma” o “Mi hija, o lo que yo denomino así,… (Malva Marina Trinidad murió a los 8 años de su hidrocefalia en Holanda)”. Incluso Karl Marx tuvo un hijo ilegítimo con la criada a quién no sólo nunca reconoció sino que como remate lo dio en adopción así que si seguimos la tesis de que las obras son buenas o malas según las bondades o carencia personales del autor ya podemos tirar a la papelera “El manifiesto comunista”. Esto es un país libre así que cada uno lea, vea y escuche lo que le venga en gana. Por mi parte no me pienso privar de Hammet, Agustín de Foxá, Luther Blisset/ Wu Ming, Torrente Ballester, Wenceslao Fernández Flores, los hermanos Machado, Hobsbawm , Fontana o Jünger. Por cierto, un tal Borges descreía de la democracia. Este país también es libre para que quién quiera mezcle la velocidad con el tocino.