La chapa

Carlos Oya

Patio de colegio

Hay una regla de oro cuando la cagas: hablar lo menos posible

Es ya un tópico el afirmar que el Parlamento español, que no comprende sólo el Congreso de los Diputados sino también ese cementerio de elefantes que lleva por nombre Senado, se ha convertido en un “patio de colegio”. Esta comparación ha bordeado la identificación con el inefable comportamiento del P.P. en la aprobación de una ley que amparándose en la homologación con la legislación europea va a terminar beneficiando a etarras en tanto en cuanto podrán salir antes. Y no vamos a mezclar la velocidad con el tocino. Personalmente estoy a favor de que terroristas con delitos de sangre se pudran en la cárcel siempre y cuando se cimente en una arquitectura legislativa sólida y transparente. Pero si el Congreso, a cuyos integrantes se les suponen plenas facultades mentales, aprueba una ley eso va para adelante. Pues el cumplimiento de la ley es uno de los pilares de la democracia (por eso Bolaños se vuelve a hacer “la picha un lío” cuando defiende las supuestas filtraciones del actual Fiscal General de Estado aludiendo al “bien mayor” y no a lo adecuado o no de las formas para llegar a este bien, en este caso la revelación o no de secretos). Pero como todo es susceptible de empeorar, el P.P. después de pedir perdón con la boca chica se escuda en una justificación digna de un alumno de 1º de E.SO. cuando lo pillas “ in fraganti” tirando gomas… “es que ha comenzado menganito” , “ que la culpa es de melanito” etc.... Así, en vez de que la tierra se los coma o entren en ignición del sofoco y nos ahorren de sus caretos unas cuantas semanas se indignan y cavando su propia fosa se revuelven con el mantra de que “Sánchez los ha engañado”. ¿Cómo? ¿Ha adaptado el timo de la estampita al hemiciclo? ¿En un ejercicio de prestidigitación ha cambiado una recogida de firmas de apoyo a Nacho Cano por una ley que abrevia las condenas de etarras con una habilidad digna del mismo Juan Tamarit? ¿Cómo lo ha hecho? ¿Cómo lo ha hecho el tío? Queremos saber. Aunque la triste verdad se limita dos opciones. La negligencia o la estupidez. Si elegimos la primera tenemos a unos diputados y asesores que no se molestan en trabajar para lo que se les paga que como mínimo es leerse lo que van a votar. Por la segunda, y según confesión propia (“emosidoengañados”), tenemos a unos pardillos que cualquiera los lleva al huerto lo que supone aceptar la superioridad intelectual del contrincante al que quieren desbancar. Hay una regla de oro cuando la cagas: hablar lo menos posible. Por estulticia les ha caído merecidamente la del pulpo y va a pasar tiempo hasta que puedan volver mirar frente a frente a las víctimas de E.T.A., las mismas que sacan cada dos por tres venga a cuento o no para desgaste del gobierno. En todo caso “si me dan a elegir” como decía la canción prefiero la negligencia. Y es que , siguiendo al historiador Cipolla, no hay nada más peligroso que un tonto con poder.