Resulta vergonzoso, produce un rubor imposible de enmascarar, cuando tienes que explicar a alguien que no es de esta ciudad la presencia en sus calles de una infraestructura inutilizada desde hace muchos años. Obviamente me refiero a ese tranvía que recorre las arterias urbanas de la ciudad de Jaén, como un fantasma vacío y silencioso, como la pesadilla de la inutilidad de una clase política que fue, y sigue siendo hoy, incapaz de ponerse de acuerdo. Y ello a pesar de que su puesta en funcionamiento es algo que la mayoría concibe hoy como un medio positivo para mejorar la calidad de sus vidas.
Ciertamente hay principales responsables de este despropósito.
Como aquel alcalde que dijo que jamás se subiría en ese tranvía “socialista”,
con el desprecio mayor hacia una inversión que al fin pondría a Jaén a la
altura de otras ciudades europeas.
Ha habido tantos dirigentes políticos locales –no me refiero a todos negligentes a la hora de gestionar el interés general, por muy
constitucionalistas que se autoproclamen impunemente.
A lo peor es que en el fondo la sociedad de Jaén se los merece, se merece
tanta incompetencia, cuando ella misma, hace gala de una mentalidad
todavía demasiado provinciana.
Recuerdo la polémica que generaba en su momento la creación de esta
infraestructura; las tertulias se encendían cuando alguien defendía la
necesidad de poner a Jaén en la línea de la modernidad, con un medio de
transporte indudablemente sostenible y necesario.
Pero vino un juez y lo apagó.
Justicia divina persuadida por los argumentos
en contrario de una empresa de autobuses que llevaba décadas
beneficiéndose de la complacencia y connivencia de alcaldes y
ayuntamientos, sin voluntad alguna por controlar sus indudables deficiencias
como servicio público.
Hoy el tranvía ha dejado de ser ese aparcamiento temporal para el sector del
comercio de la zona, salvavidas de los padres cuando llegan justos de tiempo
para dejar a sus hijos en la misma puerta del colegio.
Una buena señal al
menos.
Pero todo apunta, sin embargo, a que aún queda una parte del desierto por
atravesar, que la ciudadanía de Jaén va a tener que seguir esperando a que
se le conceda el respeto que históricamente no ha recibido de sus
autoridades y representantes políticos.