No creo que quede nadie en este país, en Europa y diría que en el mundo que no esté informado, emocionado o en, según que casos, cabreado con el mundial de futbol que se está celebrando en Qatar. Dejando aparte la polémica de la elección de la sede, de los intereses espurios que hubo tras la misma, de las polémicas que rodean a un estado que no respeta los derechos humanos, que denigra a sus mujeres y que persigue a colectivos LGTBI, cuando empieza a rodar el balón todo pasa a un relativo segundo plano y la fiesta del deporte rey lo inunda todo, máxime los días en que juega la selección nacional de futbol, en esta ocasión, por su total uniformidad: La Roja.
Niños, jóvenes y mayores se reúnen en torno a un televisor o pantalla más o menos grande en los lugares más diversos, casas, bares, cines, donde animan y a veces sufren con el juego de los once seleccionados ese día para defender los colores nacionales.
Toca el himno al inicio de cada encuentro y la bandera nacional luce a un lado del campo junto a la del contrincante que nos toque en suerte ese día. Por tanto, son los símbolos constitucionales los que inicialmente presiden el inicio del espectáculo, los que votamos en referéndum un 6 de diciembre de 1978 y que desde entonces nos representan a todos ya sean monárquicos o republicanos que de todo habrá, por ello da pena que en nuestro país tengamos la inercia de obviar nuestra Carta Magna y así mientras unos patrimonializan la bandera y el himno, otros quieran pisotearla o abuchearlo al oír sus sones.
Este fenómeno de las dos Españas es incomprensible fuera de nuestras fronteras, por ejemplo en Noruega o qué decir de Estados Unidos que siendo un país federal con legislación diversa según en qué territorio te sitúes, sin embargo tienen como pegamento social y proyecto común su bandera de las barras y estrellas y su himno nacional que, solo hay que ver la entrega de medallas de unos juegos olímpicos para observar con qué respeto y orgullo lo escuchan y cantan.
Los días de partido todos se aprestan a coger una bandera y ondearla o rodearse el cuerpo con ella para de forma simbólica animar y dar fuerza a nuestros jugadores dando así sentido a lo que nuestros legisladores dejaron claro en la Ley 39/81 de 28 de octubre, por la que se regula el uso de la bandera de España, donde se plasma que simboliza la nación, es signo de soberanía, independencia, unidad e integridad de la patria y representa los valores superiores expresados en la Constitución. Por ello, no es entendible que en un Centro Docente de Mallorca hayan expulsado a toda una clase por colocar una bandera nacional constitucional en el aula en homenaje y recuerdo de nuestra selección que sigue su andadura por las fases del mundial. En un lugar donde debiera explicarse el contenido y significado de lo plasmado en la citada Ley anterior para así erradicar actitudes frentistas y de los dos bandos que aquí siempre está latente.
No es de recibo que este tipo de gestos sean castigados de forma tan severa cuando debiera ser motivo de pedagogía y aprovechar la ocasión para profundizar en los superiores valores que representa la enseña nacional. Así, no acabaremos con la sempiterna tentación de seguir dándonos… con el palo de la bandera.