Entre COVID y macrogranjas, el comienzo de este año no ha sido sino un reflejo del pasado. Un amargo ‘dèja vú’ para el sector primario.
Las acusaciones contra las macrogranjas y el debate sobre producir carne en explotaciones intensivas ha vuelto a subir otro escalón en su grado de polémica de manos del siempre ocurrente ministro Garzón.
Sí, Garzón sale otra vez de su anodinia política y ataca al sector ganadero español, al bienestar de sus animales y a la calidad de la carne que exporta. Ni es profeta en su tierra ni parece que quiera serlo en territorio británico, pues ha aprovechado una entrevista que le realizaron como ministro (¿por qué si no?) para hablar, ‘a título personal’, de algo que, en caso de ser cierto, debería tratarse en un juzgado más que en un medio de comunicación. Obvia que la ganadería española es una de las más controladas en Europa. Que en España la férrea normativa asegura la calidad y seguridad de todos los alimentos que se producen en el sector primario, entre ellos el cárnico.
En Jaén no solo de olivos vive el hombre, sino que no son pocas las cabañas ganaderas que dan trabajo y alimento a miles de familias. El porcino de Vilches, el cordero segureño, la oveja montesina, la vaca berrenda… deliciosos ejemplos de productos altamente recomendables para la salud y para el medioambiente.
Y Garzón, que se lo ha puesto demasiado fácil a las dos Españas, cada vez más enfrentadas, nos hace olvidar momentáneamente que calentar nuestra casa nos cuesta hasta tres veces más que el año pasado.
Lo que no olvidamos, por mucho hartazgo que haya en el ambiente, es el maldito COVID. El bicho que ha separado familias esta Navidad y que ha dejado empresas en cuadros, que comienza a llenar las UCIs y tiene bloqueada la Atención Primaria. Un virus que también ha obligado al sector agroalimentario a aplazar la gran movilización regional prevista para el día 20 de enero en Sevilla (por prudencia y por precaución) y que, sin embargo, no evitará que las provincias hagan sus protestas individuales. En Jaén sí se baraja un paro agrario en plena campaña de aceituna. Una medida contundente y desesperada ante una crisis que no ceja. Altos precios de coste de producción y una Política Agraria Común que hará perder muchísimos fondos europeos a la provincia se suman a una Ley de la Cadena que no sólo no acaba con los problemas de precios, sino que traerá serios perjuicios al sector productor y comercializador, más en tiempos de vacas flacas. Esas vacas a las que Garzón ha tomado entre ceja y ceja.