Agenda constitucional

Gerardo Ruiz-Rico

Nacional-Trumpismo

Lo que me parece más lamentable es que haya en nuestro país quienes apoyen a esta criatura carente del más mínimo humanismo

Hace días que no consigo encontrar las palabras, sustantivos y adjetivos, con las que calificar el régimen que quiere implantar, para su país y el resto de la humanidad, un señor al que algún político español ha adjetivado, con notable acierto sin duda, como macho alfa de gorilas y enterrador de la democracia. 

Presidente del estado más poderoso de la tierra, ha decidido, por supuesto sin consultar a los que -para él- somos sus meros súbditos o vasallos del tecnocapitalismo, implantar el orden que contaban las viejas películas del oeste.



Con el rostro fiero del pistolero a punto de desenfundar las pistolas de la indecencia y la mentira, pretende humillar a todo aquel que se oponga a sus planes diabólicos para convertirse en el nuevo emperador del mundo.

Como profesor de algo que se llama Constitución, me toca un papel difícil, cuando ante mí se sientan a diario un grupo de jóvenes a los que intentas explicarles la importancia del derecho, de las reglas de juego que permiten la convivencia pacífica entre personas; pero también de las que se aplican desde hace siglos a las relaciones entre Estados y gobiernos que representan a los ciudadanos, esos titulares algo tan etéreo, pero a la vez tan transcendental como es la soberanía. Justamente el primer y principal damnificado de las políticas ultranacionalistas de este nuevo presidente supremacista e insensible con cualquier ser humano que no sea de “uno los nuestros”.

Pero lo que me parece más lamentable es que haya en nuestro país quienes apoyen a esta criatura carente del más mínimo humanismo. O los que lo piensan, pero se muerden la lengua para no quedar como políticamente incorrectos frente a los slogans que decoran la sede de sus partidos.  Incluso peor, los hay que practican un silencio cómplice desde los púlpitos de una religión que –así me enseñaron en el colegio- predica la compasión y el respeto a la dignidad del prójimo.

Todos ellos, desde su cobardía bañada en ideología populista, no merecen sino una crítica, rotunda e imprescindible, porque su mutismo los hará responsables de una sociedad sin futuro, por culpa y obra de un bufón convertido en rey de una corte de pasmados.