Agenda constitucional

Gerardo Ruiz-Rico

Aceituneros altivos

El presidente de la república más poderosa del planeta ha decretado el desorden mundial

Al otro lado del océano, un pistolero disfrazado de Presidente de la república más poderosa del planeta ha decretado el desorden mundial, y de paso la destrucción de la democracia más antigua de la historia.

Este inédito Superman sin escrúpulos morales no sólo violenta, impune y arbitrariamente, las reglas básicas del Derecho Internacional; amenaza también con restaurar aquel viejo imperio que dominó los continentes, al antojo y capricho de los intereses de unos pocos; como siempre los más poderosos, altos dignatarios y representantes de un sistema económico que nunca ha entendido de derechos, como tampoco de la dignidad de los pueblos y los hombres colonizados por sus irrefrenables ambiciones.



Menos mal que el antídoto contra tanto chantaje “global” se encuentra en nuestra tierra. Ya lo señaló el poeta; aquellos aceituneros altivos de una provincia, complaciente históricamente con el abandono y el olvido de las instituciones (y no se trata de una fábula), pero que en sus entrañas ha creado unos seres enérgicos y valientes contra cualquier forma de tiranía. Los mismos que inspiraron a ese escritor de los pobres, cuya vida acabaría en un presidio infame de esa dictadura que hoy sigue queriendo olvidar una parte de nuestra clase política. Campesinos andaluces de Jaén, maltratados por la necesidad de sobrevivir en medio de la exclusión y la injusticia social.

O quizás es el sueño de un iluso (el que les escribe aquí y ahora).  Porque aquellos aceituneros no son los mismos a los de hoy. No se parecen a los que, como ejemplos de una pequeña burguesía propietaria, se oponen con contundencia a las políticas ambientales de esa misma organización internacional que subvenciona todos los años su cosecha. Son muy distintos desde luego. Probablemente aquellos antiguos viejos labradores y recolectores del fruto de su esfuerzo desnudo se levantarían ahora de sus tumbas, si vieran cómo sus dóciles descendientes inclinan su orgullo, paradójicamente, para votar a partidos de una derecha de la derecha, aliada del vaquero americano que ha decidido castigarles con aranceles inmundos y desenfrenados.