Este año la polémica navideña nos llegó con las declaraciones realizadas por el Ministro de Consumo en torno a la necesidad de cambiar el modelo de explotaciones intensivas ganaderas (macrogranjas), por el de ganadería extensiva, mejorando de este modo la calidad de la carne que consumimos, el bienestar animal, y reduciendo los efectos ambientales negativos indudables que acarrean las primeras.
Y no es nada nuevo, a poco que repasamos las decisiones de la Unión Europea de los últimos años, pero que aquí ha llevado a determinados colectivos, a una derecha cabreada, e incluso a algún orgulloso barón socialista, a meterse en una vorágine por ver quién se escandaliza más y pide más castigo para Garzón. Lleva mal en general la derecha eso de “tener que aguantar” a un ministro comunista. Un ministro que, por cierto, tiene las competencias en materia de seguridad alimentaria y que, por tanto, no parece que esté de más que se recuerde cuál es la línea de trabajo hacia la que Europa ha decidido caminar.
Poco ha tardado esta oposición perdida en llegar, incluso, a rebuscar en el menú de su boda, para encontrar carne, -y hasta ¡marisco! -, intentando atacar sus argumentaciones con una respuesta boba e impropia de cualquier forma seria de política. Miedo da pensar que ese pueda ser el modo de hacer avanzar nuestra industria ganadera ante los retos ya definidos para el futuro cercano.
Más me preocupa que esta oposición rancia y tramposa desconozca o esconda normas tan importantes como la Comunicación de la Comisión Europea sobre la Estrategia «De la granja a la mesa» para un sistema alimentario justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente; estrategia en la que se sustentan las declaraciones de Garzón, que ha sido avalada también por la derecha europea, y que pretende, ni más ni menos, que -y esto lo transcribo cien por cien del documento de la Unión Europea- “garantizar la seguridad alimentaria, la nutrición y la salud pública, velando por que todas las personas tengan acceso a alimentos nutritivos, sostenibles y en cantidad suficiente que cumplan niveles elevados de inocuidad, calidad, fitosanitarios y de salud y bienestar animal, y que respeten sus necesidades nutricionales y sus preferencias alimentarias”.
Pero, claro, hasta ahí podíamos llegar, “que un ministro comunista nos diga qué tenemos que comer”. La de memeces que nos quedan por delante en año electoral.
Ana Tudela
Con el alma en pieCarne
Este año la polémica navideña nos llegó con las declaraciones realizadas por el Ministro de Consumo en torno a la necesidad de cambiar el modelo de...