Ayer asistí atónita a la convocatoria de elecciones generales exprés. Más allá de un movimiento audaz en clave de supervivencia interna ante su partido, la maniobra del presidente Sánchez supone una falta de respeto gravísima a las instituciones democráticas, una burla sin precedentes. Sánchez ha secuestrado el día de después de las elecciones sin dejar oxígeno para el tradicional análisis, para la celebración de los ganadores y la reflexión de los perdedores.
Ni un segundo han tenido los ciudadanos comprometidos con la democracia que mostraron su voluntad en las urnas el 28 de mayo para que se hable de su propia gesta. Apenas unas horas de prensa, televisión y radio para los candidatos y militantes de los partidos que se han batido el cobre durante meses para preparar los comicios. Es como si nadie hubiera hecho nada, o todo ese esfuerzo desplegado careciera ya de importancia en un abrir y cerrar de ojos porque el presidente ha decidido cambiar la conversación. ¿Dónde queda la cultura democrática tras una decisión unilateral y premeditada para que nadie se pronuncie?
Cambiar la conversación es el mandamiento número uno del manual anticrisis de todo buen estratega y el presidente lo ha implementado al pie de la letra demostrando con ello, una vez más, que no tiene escrúpulos ni más interés que el suyo propio. Y los españoles se lo hemos comprado. Perdió al parchís, pero no dejó que nadie se levantara de la mesa y empezó una partida de ajedrez.
Ya sobre el tablero natural, que siempre me ocupa y me preocupa en estas páginas digitales, confieso que me obsesiona que no se pierda el inigualable paisaje verde de olivos de la provincia. La lluvia de mayo ha sido cuasi milagrosa, pero ¿sabemos aprovecharla?
Retener el agua en la tierra jiennense es casi tan difícil como evitar la fuga de talento, de jóvenes, como revertir nuestra tendencia a perder población en favor de Málaga. Amar y cuidar la tierra puede ser la respuesta.
Tengo una amiga alemana que me habla maravillas de la permacultura, un cambio de filosofía del cultivo que trata de encontrar el equilibrio con la biodiversidad. En estos lances, que parecen quijotescos, pero no lo son tanto, la regeneración del suelo es la clave y, para ello, hay que observar y escuchar a la naturaleza. Hay proyectos europeos que llevan años trabajando en este sentido con explotaciones jiennenses, pero quizá es la hora de que los pequeños agricultores tomen la iniciativa y se unan para volver a los orígenes. Puede que el futuro del olivar sea un contraste pendular entre lo industrial y lo artesano, lo procesado y lo silvestre. Un péndulo que vaya sempiternamente de la sed a la fuente, del sonido al sentido (Paul Valery), como la lírica.