Dentro y fuera

Carolina Samper

Don Eduardo y Don Gerardo

La candidatura del empresario linarense Gerardo Pérez Giménez a presidir la CEOE, finalmente, se ha quedado en un amago. No conviene perder de vista a quien...

 Don Eduardo y Don Gerardo

Foto: EXTRA JAÉN

Eduardo Criado García y Gerardo Pérez Giménez.

La candidatura del empresario linarense Gerardo Pérez Giménez a presidir la CEOE, finalmente, se ha quedado en un amago. No conviene perder de vista a quien se ha atrevido a disputar dialécticamente el liderazgo de Garamendi y ahora se retira del campo de batalla antes de atacar, con una narrativa un poco más conciliadora. Cinturón negro en el tatami y en los negocios, Gerardo Pérez Giménez no lo hubiera tenido fácil para entrar por la puerta grande a la presidencia de la patronal, porque en Madrid el poder que ES difícilmente se doblega ante el que ESTÁ. No obstante, el poder tiene muchas puertas. A veces se cierra una para abrir otras. Y, aunque muy difícil, es posible pasar del ESTAR al SER. Qué bueno sería para Linares, para la provincia de Jaén, para Granada -donde el empresario está afincado desde hace unos años-, para Andalucía, tener a uno de los nuestros en la cúpula de la CEOE, o en otras. De su mano de hierro nadie duda -le viene por sangre- de sus valores, tampoco.
Hay un jiennense que sabe perfectamente lo que es SER y, a la vez, ESTAR en el centro del poder empresarial de nuestro país y se llama Eduardo Criado. Don Eduardo o Don Duardo, como algunos le conocen en Andújar, ha reinado en las cámaras de comercio españolas desde hace más de 60 años. Y sigue. Ni un euro ha sido transferido sin su beneplácito y pocas piezas del tablero se han movido en su contra. ¿Qué le debo? Le dijo un día Eduardo Criado a un vecino de Andújar, le debo yo, contestó él.

Esta semana ha habido un apocalipsis por el fallo de Whatsapp durante unas horas. Los analistas hacían preguntas en Linkedin para averiguar cuál era la alternativa más utilizada en las empresas cuando fallaba este popular sistema de mensajería. Si le hubieran preguntado a don Eduardo, él hubiera dicho que la oreja. Ningún negocio de calado, ninguna negociación que implique el ejercicio de auténtico poder se puede hacer por Whatsapp. Las pantallas no lo aguantan todo como nunca lo hizo el papel, torciendo el sentido del refrán. Lo decían los diplomáticos sobre las reuniones en remoto de las presidencias europeas a causa del coronavirus. Faltaron los acuerdos susurrados, las conversaciones en petit comité, las maniobras en la oscuridad y a puerta cerrada. No hay poder sin intriga, ni intriga sin poder que Whatsapp o Zoom puedan albergar. Tampoco sirve para barrer para casa -para España en este caso- ir con traductor a las cumbres internacionales. Probablemente sea verdad que Feijóo deba mejorar su inglés, como decía El País hace pocos días de forma un tanto categórica. Puede que Pedro Sánchez le lleve en esto algo de ventaja, pero no hay que olvidar que cuando uno es listo y cuando uno es poco listo, lo es en todos los idiomas. Por cierto, la confusión entre Kenia y Senegal me ha recordado a aquella de hace muchos años de Trillo. La confusión puede ocurrir en todas las casas, pero la inteligencia solo habita en algunas. Y los españoles sabemos darnos buena cuenta, en español y en inglés.