Dentro y fuera

Carolina Samper

Desvelos y policías de la moral

Casi todo el mundo en España y fuera parece estar con las mujeres de Irán, de repente. Es un clásico en la sociedad de la desinformación, tan alejada...

 Desvelos y policías de la moral

Foto: ILUSTRACIÓN DE GOYA

Ilustración de Francisco de Goya.

Casi todo el mundo en España y fuera parece estar con las mujeres de Irán, de repente. Es un clásico en la sociedad de la desinformación, tan alejada de la idílica esfera pública que concibió Habermas donde se podía debatir a fondo, en tiempo y forma. Lejos del intercambio de ideas, lo que tenemos hoy son olas de gusto y disgusto, de apoyo y crítica feroz, olas del tamaño de un tsunami que, tras remitir, lo dejan todo revuelto, pero de poso no queda nada, excepto las ganancias de los pescadores de polémicas, duchos en cabalgar sobre ellas con sus discursos populistas. Ya ni siquiera nos causa vergüenza nuestra frivolidad colectiva de pasar página y mirar hacia otro lado periódicamente. Es como si lleváramos anestesia. Así hemos estado ignorando a las mujeres iraníes durante décadas. Excepto algunas olas puntuales, la imposición del velo en Irán y allende nunca nos ha producido desvelos, seamos sinceros.

¿Qué podría quedar tras el tsunami, esta vez? Podría quedar, una nueva etapa política en Irán, de verdadera catarsis, tras la fallida revolución del 79, que no representó más cambio que haber sustituido una élite por otra. Eso son las revoluciones con sello comunista, como lo fue esta, o lo fue Cuba, revoluciones sin cambio para la gente corriente o, si acaso, de cambio a peor.

¿Cambiará Irán esta vez? Una activista persa afincada en Estados Unidos, Masih Alinejad, afirma que la creciente oposición de la sociedad civil iraní a seguir tolerando la obligatoriedad del velo podría ser el talón de Aquiles de la República Islámica, como lo fue el muro de Berlín para la Unión Soviética. Así sea, aunque la historia de Oriente Medio también nos cuenta lo difícil que es para la sociedad civil lograr un Gobierno a su altura cuando el río está revuelto, no hay más que recordar la primavera árabe. Además, las erupciones sociales son también económicas y geopolíticas. Detrás de las protestas se despliegan y repliegan las fuerzas a favor y en contra de un nuevo orden mundial y, como telón de fondo, está la crisis energética. Irán es el tercer productor mundial de gas, tras Estados Unidos y Rusia, no lo olvidemos. Lo que quede tras este tsunami en Oriente Medio, qué duda cabe, nos afectará económicamente.



En aras de una auténtica solidaridad con las mujeres iraníes debíamos ir más allá de las políticas (las que tienen tiempo), empresarias y actrices españolas que se han cortado el pelo. Dejemos la forma -la foto y el meme- y vayamos al fondo. Empecemos a conocer mejor y a establecer vínculos con las mujeres musulmanas que son nuestras vecinas. Mujeres que en España están amparadas por la Constitución y pueden elegir vivir con o sin velo. Seamos conscientes de que si en algún momento estas mujeres se sienten presionadas u obligadas socialmente a portarlo en nuestro país es porque les estamos fallando.

Se impone conocer, valorar y respetar a esas mujeres, también a las que deciden libremente llevar el velo y que nos cruzamos todos los días por la calle, pero que ignoramos por ser diferentes. No hay mayor desprecio que no hacer aprecio, dice el refrán. Cuidado que podemos comportarnos de forma muy parecida a la policía de la moral iraní, aunque sea en el sentido contrario y sin latigazos ni cárcel.

Hacen falta esfuerzos que promuevan el diálogo intercultural e interreligioso en nuestras comunidades, esfuerzos que deben salir no solo de las administraciones públicas, también de la sociedad civil. Aquí también hace falta una erupción social, como en Irán, pero sin violencia. Una erupción que construya lazos con personas de otro credo desde la libertad religiosa. Libertad que no significa abdicar de nuestra fe o de nuestro ateísmo, significa dialogar entre seres humanos libres con una espiritualidad, con opiniones y visiones de la vida diferentes que merecen todo nuestro respeto. Mirar a esas mujeres con auténtico sentido de la vecindad, descubrir lo que tenemos en común, conocerlas para protegerlas de posibles abusos dentro de sus comunidades, salvarlas de nuestra ignorancia y de nuestro desprecio es otra forma de apoyar a las mujeres de Irán.